domingo, 19 de enero de 2014

San Lorenzo, Salta: En los cerros de Salta (25 de noviembre de 1956)

San Lorenzo, Salta: En los cerros de Salta (25 de noviembre de 1956)
por Dr Roberto Banchs
Crédito: Visión OVNI  



Argentina es uno de los pocos países que tiene una geografía que se extiende desde el trópico hasta el círculo polar, ofreciendo variados paisajes y climas. Esta afirmación lo es, asimismo, para una de las provincias más privilegiadas y atrayentes: Salta. Aun lejos del polo, sus nevadas cimas andinas y las heladas dunas de la puna evocan a menudo otras latitudes. Situada a una altura más reduci­da, la capital -verdadera joya de la arquitectura colonial-, rige los destinos de un territorio de amplios recursos naturales. Y en sus alrededores, a poco más de diez kilómetros, al noroeste, hallamos la pintoresca villa veraniega de San Lorenzo, enclavada en la quebrada y frente al río del mismo nombre.

Su apacible vida iría a sufrir algunos cambios. Su historia está enriquecida por numerosas leyendas de distinto origen, pero fue en abril de 1956 cuando se produjo -quizás- ­el suceso que inaugura el interés de la opinión pública mundial hacia algunos extraños hechos acaecidos en la parte argentina de la Puna de Atacama, elevada planicie andina. Esta aislada y fría región no había escapado a la ola de “platos voladores” que afectaba al mundo desde hacía varios años y florecieron diversos testimonios de observaciones. Fue entonces cuando un “cigarro volador” sobrevoló cuatro veces en el mismo día el Salar de Arizaro, cerca de la localidad de Tolar Grande (1). El suceso causó gran estupor en todo el país, sobre todo porque se habían tomado algunas fotografías, con la inevitable controversia de que tales portentos no eran otra cosa que aviones a reacción del ejército ecuatoriano, que tenían su ruta entre Quito y Chile.

En aquella época, también, una violenta explosión sacudió las laderas del Nevado Macón, cumbre situada cerca del Tolar Grande. Dicha explosión fue atribuida a la caída de un cuerpo celeste, calificado de aerolito por algunos y de cigarro volador por o­tros (2).

Unos tres meses más tarde de aquél primer avistamiento, un técnico minero estaba buscando uranio en el Macón cuando encontró, a más de 5.700 m de altura, unas huellas de 40 cm., presuntamente pertenecientes a “un ser desconocido”. Rápidamente se estable­ció una similitud con las del yeti tibetano, más conocido como el “abominable hombre de las nieves” (3). El hallazgo parece haber tenido sus efectos. Un arriero de la Quebrada de Escoipe se presentó ante la policía y declaró que, en la hondonada de una quebrada, había encontrado a un extraño ser cubierto por una espesa pelambre que inten­tó asustar a sus animales profiriendo agudos gritos (4). En los primeros días de agosto un minero que recorría la zona de Quitilipo, en las cercanías del Morro del Telar, buscó refugio en una caverna debido a una tormenta de nieve y se halló con la misma gigantesca criatura, abriendo fuego contra ella y oyendo sus desgarradores lamentos (5).

Como contrapartida, dos profesores de la Universidad del Tucumán que estudiaron la cuestión, hallaron una analogía entre el “Yeti” de Asia y el “Ucumar” de los Andes, y establecieron que tales visiones son un producto de la mitología montañesa, correspon­diente a altitudes demarcadas por el límite inferior de las nieves, dentro de una co­mún situación geográfica (6).

El estupor provocado por todos estos hechos apenas había comenzado a atenuarse, cuando el 25 de septiembre las agencias periodísticas informaron sobre un nuevo avista­miento que volvió a colocar a Salta en el primer plano de la actualidad. Ese día, los habitantes de la localidad salteña de Pajas Blancas advirtieron al promediar la tarde, el aterrizaje de una extraña aeronave en forma de huevo y de gran porte, que terminó elevándose en espiral ante la aproximación de los testigos (7).

El diario El Tribuno, de Salta, tuvo gran protagonismo por cuanto hizo lo que estuvo a su alcance para informar a la opinión pública acerca de estos episodios y pa­ra reunir la mayor cantidad posible de testimonios. También el Club Andino del Norte se interesó en el problema y sus miembros aprovecharon una expedición para reunir antecedentes sobre estos misterios (8).

La algarabía inicial dio paso a comunicaciones tales como la del Equipo de mediums-radar R. Jordán, que afirmó realizar activamente los preparativos para entablar conversación “con los navegantes extraterrestres de los platos voladores”. He aquí los prolegómenos de las hermandades platillistas y grupos de contactados, cuyos orígenes los encontramos en el movimiento espiritista. A finales de octubre de 1956, R. Jordán vaticinó (9): “Dentro de poco podré darles noticias sorprendentes. Por de pronto, los médium-radar con los cuales estoy en contacto confirman que alrededor del 7 de este mes aparecerán en Estados Unidos, y en otros lugares del mundo, y posiblemente en la Argentina, en la zona de Salta, máquinas voladoras de otros planetas, con misión de paz, que ya se habían anunciado en mensajes captados en la forma en que fue indicada (…). Se aproximan días -agrega R. Jordán- de gran movimiento de astronaves, de diversos mo­delos y procedentes de varios planetas. Serán de diversas formas -no sólo discos, cigarros, dados, esferas, etc. -, despedirán haces de luz de distintos colores, de acuerdo a la intención expresiva, pero con la finalidad de entablar relaciones pacíficas. Cada llegada de estas astronaves es un saludo…”.

El episodio de San Lorenzo

Dora Aráoz Castellanos de Jovanovies.
Al mes siguiente de tan fervoroso anuncio, se produce un resonado avistamiento, motivo de nuestra exposición. El diario El Tribuno, de Salta, y otros (10), recogen las declaraciones de la señora Dora Aráoz Castellanos de Jovanovies, quien habría afirmado que “en la noche del 25 al 26 de noviembre (de 1956), vio en el cielo, en un lu­gar próximo a su residencia veraniega, ubicada a la altura del kilómetro 10 del camino a San Lorenzo, un extraño artefacto aéreo que, luego de permanecer durante algunos minutos descendió en un claro del espeso monte que rodea al lugar y próximo al lecho del río que corre a esa altura. Según la narración de la señora de Jovanovies -continúa la nota-, la máquina tenía forma circular, con dos pequeñas cúpulas, una arriba y la otra abajo y despedía, de lo que parecía ser una mirilla, fulgores lechosos".

“En un momento dado, la extraña aparición descendió hasta unos 200 metros. Entonces, se abrió una portezuela inferior, saliendo al exterior un fuerte haz de luz, similar al de un reflector, que iluminó gran parte de la escena. Instantes después, el artefacto descendió hasta el claro del bosque. No obstante la lluvia que caía en ese momento, pudo observarse cómo pequeñas manchas de color marrón se movían sobre su superficie. Por unos minutos -dice la señora de Jovanovies-, me dominó el pánico; serenada ya, pude notar como el plato volador emprendió veloz vuelo en forma vertical, no tardando en desaparecer. Durante toda la presencia del vehículo celeste se sintió un suave zumbido, simi­lar al de un motor puesto en marcha a extraordinaria velocidad. La narración de la se­ñora Castellanos de Jovanovies no hace más que confirmar anteriores y extrañas apari­ciones como la presente. También, en 1955, en el cerro El Macón, y según aseguraron pobladores de la región, descendió en forma violenta algo que en aquel momento se creyó que sería un aerolito”, concluye el artículo.

¿Bases en Salta?

Planta del área y ubicación de la testigo.

Tras la espectacular observación en San Lorenzo, el medium-radar R. Jordán parece reconfortado y, con la trascripción del episodio y algunas lucubraciones, titula su nuevo artículo del 10 de diciembre de 1956: “Los anuncios del Equipo Jordán, hechos para Orbe 8, tienen confirmación: Platos voladores en Salta y la Capital Fede­ral” (11).

En marzo de 1957, el investigador Cristian Vogt iría a presentar en Suiza los hechos curiosos ocurridos en esa provincia (12). Su exposición finaliza sostenien­do que esa región “se ha transformado en la actualidad en uno de los puntos neurálgi­cos del globo en lo relativo a la misteriosa actividad desplegada por las astronaves alrededor de nuestro planeta (…). Por lo tanto debemos prestar atención a esa zona en donde, en cualquier momento, podrían producirse acontecimientos mucho más importantes”.

Respondiendo a estas exigencias, se constituye en Buenos Aires la Asociación Universal Metapsíquica, cuya sigla AUM es palabra sagrada para los espiritis­tas. Esta Asociación de sensitivos se funda el 29 de septiembre de 1957 para “conectarse con los planos y planetas elevados y ser los intermediarios entre Ellos y nuestra Humanidad científica y espiritualista”. Veinticinco son sus miembros y anteriormente eran siete, que constituían el Equipo Telepático R. Jordán que dio origen a la misma.

A mediados de diciembre de 1957, su presidente, Agapito Millán, hizo sorprendentes revelaciones (13). “Pero lo más importante en relación al señor Millán -expone La Razón-, es que la provincia de Salta es la privilegiada y la elegida por los hermanos de otro mundo. La cantidad de fenómenos celestes observados allí se debe, de acuerdo a Millán, a que en Salta existe una estación-depósito de aparatos interplanetarios con sus diversos seres en plan de aclimatación y no para invadir a la Tierra, sino para ayudamos en un serio peligro por el cual hemos de pasar. Según los médium, que hasta dibujan una montaña en forma de campana, esa montaña tiene arriba un gran orificio donde residen los seres venidos en los platos voladores".

“Ellos abren un poco el orificio para dejar entrar nada más que un poco de atmósfera terrestre, para ir aclimatándose. Luego vuelven a cerrar. De modo que es Salta don­de los habitantes de otros mundos tienen su guarida en la Tierra y su aeropuerto con depósitos y hangares para sus maravillosos vehículos, que nosotros llamamos platos vola­dores o cigarros voladores, con nombres bien vulgares por falta de imaginación…”.

En julio del año siguiente, será Agor (pseudónimo de A. O. Pérez Alemán, presi­dente de la Asociación de Hermandad Cósmica (AHC) y activo miembro de la AUM, desarro­llando una vasta tarea de difusión sobre el tema en años venideros) quien dirá en una de la serie de notas tituladas “La Verdad sobre los platos voladores” (14), que “la provincia de Salta es la privilegiada y la elegida por los hermanos de otros mundos, como aeródromos de los platos voladores”, ratificando los dichos de Agapito Millán.

Es en este conjunto de observaciones y revelaciones donde podemos hallar la génesis del mito de los OVNIs de Salta, que se extiende -como es sabido- hasta nuestros días, y al que pertenece de manera proverbial, quizá sin proponérselo, el caso de San Lorenzo.

La investigación del caso

En mayo de 1987 efectuamos las oportunas encuestas y el reconocimiento del lugar. Llegados a San Lorenzo, procuramos -no sin dificultad- ubicar el solar desde donde se realizó la observación. El mismo se encuentra sobre una de las arterias principales del pueblo, en la esquina de 9 de Julio y Joaquín Castellanos. Se trata de una vivienda construida en dos plantas, rodeada de jardines y a espaldas de la precordillera, dando su frente al este con la visión de la ruta provincial 38 (9 de Julio), el río San Lo­renzo, y las lomas de Medeiro, cuyas tierras de zona militar se extienden hasta la ciudad de Salta, distante a unos 9 kilómetros de la casa.

En esa fecha la misma se hallaba arrendada, por lo que debimos posponer varios días una entrevista con la testigo. De buen abolengo y modales refinados, Dora Aráoz Castellanos de Jovanovies nos recibió bien dispuesta a narrar su experiencia, la que recordaba vivamente. Estos son algunos tramos de su relato:

Dora Aráoz Castellanos de Jovanovies relata su experiencia a Roberto Banchs.

“Este hecho ocurrió en la noche, alrededor de las 20,00 horas. Había un temporal, esa lluvia muy fina que cae muchas veces durante el verano en determinados lugares de montaña, con nubes muy bajas. No es que llueva un momento, sino que son días y noches que sigue esa llovizna persistente. Estaba en la parte baja de la casa, y una chiquilina amiga de mi hija, Juanita Flemming, de once años, llegó y dijo: ‘¡Suban, suban, hay una cosa iluminada!’. Entonces subimos y yo no vi absolutamente nada. Le dije ¿Donde?; y en ese momento sentimos un zumbido -que siempre lo recuerdo- como de desplazamiento, que hacía fúuú (NdR: como de viento, oscilante y constante). Y cuando seguí con el oí­do el zumbido, de oeste a este, yo no lo encontré. Porque al llegar la chica me dijo: ‘Toti, mirá’, yo miré, pero no vi nada, y entonces seguí el zumbido y ahí lo vi. Sería un zumbido… diríamos… cuando se larga el aire que se está inflando una goma, pero con menos suavidad, sería una cosa así: ufff. El sonido fue grande al momento en que la chica dijo ‘mirá’ y que yo no vi, y más débil cuando pasó".

“Estaba en la parte de la precordillera, en los cerros. Sobrevoló la casa de un vecino, y ahí lo vi. Era oval, una opalina blanca metalizada con forma oval y un arco alrededor. No giraba ni se balanceaba. Hizo una pérdida de altura cuando se dirigía allí, cerca de la ruta. El zumbido era ya muy débil, pero emitía desde la parte baja, porque tenía posiblemente una cúpula y otra abajo con ese aro, en la dirección de la marcha, hacia atrás, en recta, un haz de luz de gran intensidad. Creo que si hubiera girado, podría haber cegado a una persona. Es que cuando yo miré, no la tenía encendido, ha­bría apagado sus luces. Y la volvió a encender. Era tan increíble, quedaban las gotas de agua como si fueran cristales transparentes y el paisaje iluminado. Pero fue sólo un instante. Iluminó con mayor intensidad donde no había casas en ese momento, había árboles, sin acusar su presencia. Su tránsito siguió el cerro de la quebrada, lo hizo muy lentamente y al verlo dije: ‘¡Una máquina, una máquina, Dios mío líbranos, una má­quina desconocida!’. Llegó a perder un poquito de altura, desplazándose muy lentamen­te. Tenía una especie de aro, rodeando la cúpula, y visualizaba ya que era totalmente oval. Lo veía muy cerca, a unos 200 metros, pero se apreciaba mucho más grande que la Luna’".

Zona por donde sobrevoló el raro portento.
“Ahí, en la parte como de arco, diríamos, se formaron unas manchas lechosas, mien­tras el aparato perdía altura y de un modo inexplicable desapareció entre los árboles, entre el paisaje, porque ya no tenía ni luz. La apagó y desapareció. Habrán sido ¡se­gundos! de observación. La máquina sería de un tamaño, según lo que yo apreciaba, de unos 5 x 3 m, calculo, visualizando así, porque iba muy bajo, casi rozando los árboles, desplazándose de oeste a este, de la cordillera a la ciudad de Salta, hasta que desapareció a no sé dónde".

“Ahora, cuando yo llamo a la chica y le digo: ‘¿que has visto?’, ella me da la descripción, y advierto que ha visto primero que yo la parte de abajo, y que después vio lo mismo. Nada más, eso es lo que vimos. Todo lo que vimos. Eso es todo lo que yo vi de esta máquina…”.

Impresiones de la testigo

Dora Aráoz Castellanos de Jovanovies, tenía por entonces 32 años (nació el 27 de mayo de 1924) y está casada con Julio S. Jovanovies, quien se desempeñaba como 2do. Jefe del Regimiento 7 de Caballería de Salta, con el que compartimos también el diálo­go. “A mí me dio la sensación de una cosa irreal… extraña -continúa Dora-, me dio un poco de miedo; además, a la velocidad que esto se pudo desplazar. Porque la chica lo vio muy hacia la izquierda y cuando yo subí, lo vio ella hacia arriba, al llegar me dijo ‘mirá’, y cuando yo miré no vi, y después recién lo vi, otro desplazamiento hacia la derecha. Es decir que la velocidad fue, para mí, inmensa… y no porque haya estado impresionada, pero al subir la escalera, yo grité ‘¡debe ser algún avión que se viene en picada!’, o bien perdido, ‘¡enciendan las luces de la terraza y todas!’, para ubicarlo, para darle un sentido de orientación y que no se nos venga en­cima, pensando en un avión. Nunca en este aparato extraño".

“Ah, sí. Yo dormí con el revólver entre las manos. Realmente ahí le da la pauta que yo pensé siempre que era una máquina. Una máquina muy rara, para mí desconocida. Ahora, similar con los dibujos y comentarios que hacen de los platos voladores, cierta similitud. Tiene aro y las dos cúpulas, pero ninguna con los que lo hacen redondo. Porque este es oval. Y acá la luz sale entre la cúpula del aro, hacia atrás".

“Cuando se hicieron las manchas en el aro, en ese momento ya no tenía ese brillo tan intenso. Yo nunca he pensado que pudieran ser personas; no sé qué pueda ser, no podría decirle. El aparato desaparece no porque se vaya. Justamente, yo pensé, se alejaba un poco, pero no tanto como para desaparecer, sino porque empiezan a formarse esas manchas, a opacar, tornarse el aro menos lechoso. En fracción de segundos ha pasado así. Ahora, el desplazamiento en ese tramo en que yo lo veo era muy lento. A una velocidad diría… no puede ser más de 2 o 3 km, casi suspendido".

“Se trataba de dos manchas bastante marcadas, y la tercera un poco menos. No se movían, y se hallaban en el aro. Pero no totalmente marcadas. Eran unas manchitas vivas, nada más. Nada más".

“La noticia tomó estado público porque estábamos todos ese día, y entonces un periodista de El Tribuno, resolvió preguntar cómo era la cosa, yo le comenté y él sacó lo que se le dio la gana. Entonces directamente escribió que habíamos dicho que había luces multicolores, que nunca hubieron; indicó que había habitantes, hombres o seres, que tampoco nunca hemos dicho que hubiese; que había aterrizado, que se quedó en el lugar…, aunque sí se habría quedado y hasta muy tarde, calculo que hasta las 2 de la mañana. Dicen que en distintas partes apareció. A medianoche, a unos 3 km, una luz asustó a los caballos, y en otra casa se pararon los aparatos eléctricos. Pudo ha­berse quedado toda la noche, sin la luz, aterrizando, o en tierra o en las nubes, no sabría decirle".

“Qué pudieren haber sido esas manchas, o que (la máquina) tenga personas como… que no conocemos; quizá pudiera tener ventanas, o que no existan, que sea de una cosa que esté enmascarado. Las manchas se hicieron en el momento en que perdió altura, ahora, la altura nunca fue alta".

“En cuanto a las noticias periodísticas que dicen que el plato volador se asentó sobre el lecho del río, ¡es un cuento! Nadie sabe. Nadie vio que se haya asentado en alguna parte y nadie vio personas. Y yo nunca vi hombres ni luces de co­lores. Ni nada parecido. El plato al principio estaba estático, o casi, andando muy lento. Cuando empieza a deslizarse, a bajar, ahí es cuando pierde un poco lo metalizado, y comienzan a verse unas manchas. Apenas lo vi recorrer unos 300 m nada más”.

El marido de la testigo, Julio Jovanovies, que seguía atentamente la detallada descripción, interviene para hacer sus propios comentarios: “Yo me acuerdo, porque redac­té el informe para el Ejército: no era un avión, pero nunca hablé de plato volador. Yo no estaba en la casa, aunque después ella me llamó, telefoneó asustadísima. Me hallaba en el Regimiento 5, a 8 km, en el cuartel. Allí no se observó nada, nada. Claro, porque entre la ciudad de Salta y San Lorenzo no hay edificación. Todas esas lomas, el casco, es zona militar, campo de tiro. Cuando me telefoneó de una casa vecina para contarme, me alarmé. En esa época había un poco menos de casas, nomás. Lo demás exactamente igual. Caminos pavimentados… Las casas de los alrededores así, las 3 o 4 que están en la actualidad”.

Así concluyen las exposiciones, para dar paso siguiente a un análisis del testimonio y de las condiciones que rodearon al singular episodio ufológico.

Un análisis posible

La entrevista ha permitido que la testigo pudiera expresarse conforme a como ella percibió el fenómeno, y disponer de un conjunto de datos que, de otro modo, quedarían velados o llanamente distorsionados, ceñidos a la información periodística de aquella época.

Al respecto, Dora Aráoz Castellanos de Jovanovies es muy concreta en su descripción: la aeroforma jamás fue vista descender hasta aterrizar, tampoco observó alguna mirilla o portezuela en su estructura y, aún menos, la presencia de ocupantes, como podría interpretarse del ambiguo artículo periodístico. Por estas razones, el episodio no podría ser evaluado como un encuentro cercano de máxima extrañeza.

Por otra parte, la testigo agrega que no se registraron huellas, rastros u otro tipo de evidencia física que pudiera relacionarse. Inclusive, variaciones climáticas o trastornos fisiológicos que recuerde, más allá de la vívida impresión recibida por la desusada aparición, que le impidió -por temor- conciliar el sueño durante dos días.

El testimonio de la señora, desprovisto de un inocultable aditamento interpretativo (por ejemplo, le atribuye una fantástica velocidad cuando ve al OVNI en otro sitio del esperado; o la decidida atribución de significado como máquina, cúpula, etc.) y de las imprecisiones propias del lenguaje y el recuerdo (por ejemplo, la hora y duración, o la brillantez que le adjudica al fenómeno, los cuales difieren con la versión que posee su marido), en líneas generales, resulta convincente. Al menos, pone en juego un discurso de convicción, persuasivo, pero sin demasiadas estridencias ni fisuras que pudieren denotar alguna posible incongruencia.

Representación gráfica de lo observado por la testigo.

No obstante, creemos que la testigo no se hallaría ajena a los recientes sucesos producidos en esa provincia, y de los que un importante diario salteño se ocupo de informar, y estimular a la sensibilizada pobla­ción.

En cuanto a las condiciones meteorológicas, los datos facilitados por el Servicio Meteorológico Nacional (dependiente del Comando de Regiones Aéreas, Fuerza Aérea Argentina), para esas horas (20:00 y 21:00 horas) y lugar, según registros de la Estación Salta Aero, se consigna que al momento de la observación, la temperatura oscilaba entre los 19,4-18,4°C, la humedad entre 48-60%, el viento ­de superficie era de 10-7 km/h, la presión de 883,8-885,0 hPa, el cielo estaba nublado y no se registraron fenóme­nos significativos. La información agrega que se produjeron lluvias en los alrededores de la estación -no en la estación meteorológica- de 20,05 a 22,15 horas.

Con respecto a los datos astronómicos, será de interés conocer la ubicación del Sol aquel 25 de noviembre de 1956, a las 20,00 horas. Utilizando coordenadas geográficas (aprox.) latitud 24,5° S; longitud 65,5° O, y considerando hora legal argentina = GMT – 3h: 23h00m GMT, el Sol se hallaba en azimut: 245,9°, y elevación: -0,8° (ocaso reciente, a las 22h53m GMT). Vale decir que el Sol se ocultó a las 19h53m, minutos antes de la observación. Dato a tener en cuenta por los efectos lumínicos que suelen producirse durante el crepúsculo. En otro orden, la Luna se encontraba bajo el horizonte y no era visible (fuente: C. Demaría).

Dispuesto el conjunto de datos, consideramos factible ensayar una hipótesis acerca de la naturaleza de lo observado. Es oportuno señalar previamente que existe una diversidad de fenómenos meteorológicos que son causa de curiosos informes sobre avistamientos de OVNIs. En zonas próximas a las cadenas montañosas de elevaciones desiguales, por ejemplo, suelen producirse formaciones de nubes muy densas y de perfiles definidos, que resultan para el observador poco avezado un OVNI, o mejor, un auténtico plato volador de aquellos que la literatura y el periodismo tanto han difundido. Quizá porque al margen de su aspecto, las dimensiones, los contornos, la nitidez del color y su apariencia material, son muy estables. Siendo ésta sólo una de las múltiples configuraciones nubosas, existen innumerables fotografías que se muestran como si se tratara de legítimos documentos gráficos de naves extraterrestres (15).

A fin de cuentas…

Resulta aceptable que el plato volador de Dora Araoz Castellanos de Jovanovies pueda ser explicado en estos términos. Si repasamos su pormenorizado relato, ella se refiere a una aeroforma discoidal blanco-lechosa, con un lento desplazamiento (en el mismo sentido de las nubes, o desde la cordillera), acompañado de un zumbido (como “cuando se larga el aire…”, dice) y una suerte de haz de luz, en dirección al poniente Sol del crepúsculo, que iría a atenuarse y desaparecer -al igual que el OVNI, que asemejaba una “opalina blanca”- a medida que se movía hacia el este, en dirección contraria a la cordillera y a la puesta del Sol, que arrojaba sus últimos fulgores tras el horizonte, iluminando las nubes del encapotado cielo.

Abajo, en una ladera de la precordillera, al abrigo de la montaña, la testigo, junto a la niña que le dio aviso. Presenciando cómo la máquina descendía hacia el llano (es decir, siguiendo los accidentes del terreno), perdiendo luminosidad y dejando ver entonces unas manchas que, como un Rorcharch, estimularon la imagina­ción, sea de la testigo o del periodista que creyó ver en éstas una suerte de mirillas, portezuelas u ocupantes.

Decía Leonardo da Vinci: “No os resultaría difícil deteneros algunas veces y mirar las manchas de las paredes o las cenizas de un fuego o nubes o barro o sitios análo­gos en los que… podéis encontrar auténticas ideas maravillosas”.

Referencias bibliográficas

(1) La Razón, Buenos Aires, 10 julio 1956.

(2) Ibíd., 1 agosto 1956.

(3) Ibíd., 23 julio 1956 y 1 agosto 1956.

(4) Ibíd., 30 julio 1956.

(5) Vogt, Cristian: “¿Qué pasa en Salta?”, conferencia, 1956.

(6) La Razón, Buenos Aires, 13 agosto 1956.

(7) Vogt, C. Conf. cit.

(8) La Razón, Buenos Aires, 5 noviembre 1956; et.al.

(9) Orbe 8 En la Actualidad Mundial, semanario, Buenos Aires, 29 octubre 1956.

(10) La Razón, Buenos Aires, 4 diciembre 1956, p.6, citando a El Tribuno, Salta, de la misma fecha; rev. Era Nuclear, Buenos Aires, julio 1957; La Razón, 3 marzo 1960 y 24 setiembre 1961, p.9; et.al.

(11) Orbe 8…, 10 diciembre 1956.

(12) La Razón, Buenos Aires, 13 febrero 1957.

(13) Ibíd., 15 diciembre 1957.

(14) El Meridiano, Córdoba, 12 julio 1958.

(15) Fouére, R. “Leurres et réalités”, en: Phénomènes Spatiaux, Paris, 11, mars 1967, ps. 13/17; Gran Enciclopedia de los Temas Ocultos, “Fenómeno ovni”, Ed. UVE, Madrid, 1982, ps. 63 y 65


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