domingo, 30 de junio de 2013

Lago Argentino, Santa Cruz: La peonza voladora (18 de marzo de 1950)

Lago Argentino, Santa Cruz: La peonza voladora (18 de marzo de 1950)
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI


El platillo volador que habría observado Wilfredo Arévalo el 18 de marzo de 1950.

El caso que trataremos a continuación ha sido mundialmente conocido a través de la literatura ufológica (1) y considerado du­rante mucho tiempo como el primer avistamiento de OVNIs con ocupantes en el territorio argentino.

La información original procede de una presunta carta dirigida al vespertino La Razón, de Buenos Aires, por un lector llama­do Wilfredo H. Arévalo quien, al parecer, sería “propietario de campos y un comercio de lanas y cueros en la zona de Lago Argen­tino”.

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El caso fue difundido por el vespertino La Razón.
En su edición del jueves 13 de abril de 1950, el citado diario reprodujo a cuatro columnas, casi sin comentarios, el texto ínte­gro -pero sin fecha- de la misiva del presunto testigo, junto a un detallado croquis del artefacto, indicando en su epígrafe: “Este es el dibujo con que el señor Wilfredo Arévalo acompaña su carta cuyo texto reproducimos por considerarlo de suma importancia”.

De ahí en más la noticia fue transcrita en numerosas publicaciones y el caso, con los años, fue cobrando mayor notoriedad.

Nuestro propósito inicial fue localizar al testigo (o familiares) y a los responsables de la publicación.

En primer lugar, aún cuando en aquella época eran muy pocos los “platillistas”, la revisión de tan famoso caso nos per­mitió determinar que jamás había sido investigado. En cambio, supimos que el destinatario circunstancial de la carta fue el Secretario de Redacción de La Razón, Pedro Larralde (ya fallecido), quien dispuso de inmediato su publicación, sin tomar intervención en el texto, pues -a decir de un colega suyo- “no estaba en el tema”. Por otra parte, las diversas con­sultas orientadas a localizar a Wilfredo H. Arévalo resulta­ron infructuosas y mostraron cierta inconsistencia respecto a la existencia del testigo[1].

¿Existió realmente Wilfredo H. Arévalo? Al momento, no lo sabemos. Pero la investigación continuó su curso y obtuvimos algunos hallazgos sugestivos.

A la espera de un “plato volador”

Detalles del plato volador.
Se debe recordar que el caso habría ocurrido el 18 de marzo de 1950, y publicado en La Razón recién el 13 de abril.

En tal sentido, es curioso que el mismísimo vespertino, en su edición del sábado 18 de marzo, destinara cinco columnas para informar (agencia UP y ratificado por EFE, en otros medios) sobre el avistamiento de un “plato volador” situado a gran al­tura durante 15 minutos sobre la ciudad de Montevideo (Uru­guay), ese mismo sábado 18. El título de La Razón no deja de ser menos atrayente: “Esperan un plato volador en Buenos Aires”, Subtítulo: “Lo vieron a las 12,45 en Montevideo y se dirigía hacia aquí: procuran ubicarlo”. Al día siguiente, este diario también da la noticia de un OVNI observado el día 18 en San Lorenzo (Santa Fe), a las 12,25. La expectativa creada en torno a la venida del plato volador y la sobredimensionada información periodística, prometía una fantástica aparición.

Los diversos observatorios (y observadores) astronómi­cos se pusieron en aquella jornada en estado de alerta, pero ninguno a los que se recurrió buscando información (La Plata, Parque del Centenario en Buenos Aires), registraron algún objeto extraño.

¿Acaso el OVNI de Lago Argentino, observado -según la carta- unas seis horas después, es el mismo que se desplazó desde Montevideo? La pregunta resulta incitante. Sin embar­go, remitiéndonos al opúsculo titulado “La oleada de 1950 en la Argentina” (3), decíamos que: “1as constancias horarias de los avistajes indican que la mitad de las denuncias de 1950 tuvo lugar en horas de luz solar, en manifiesto desacuerdo con las características generales de las presentaciones de OVNIs (…). Al respecto, es oportuno recor­dar que para aquella época el planeta Venus se encontraba en su mínima distancia a la Tierra y brillaba con una intensidad tal que podía ser percibido a simple vista en horas de luz solar”[2].

La descripción de los improvisados observadores de Mon­tevideo -y en forma casi simultánea en San Lorenzo-, carece de notas significativas y admite sin reparo algún tipo de identificación convencional. Concretamente, bien podría concernir a la presencia de Venus, con oscila­ciones y movimientos aparentes, producidos por masas nubo­sas provenientes del sudeste.

Sea como fuere, la expectativa aludida anteriormente fue satisfecha holgadamente con la observación de Wilfredo H. Arévalo.

¿”Flying Top” en la Patagonia argentina?

Continuando con la compulsa periodística, el 23 de abril (o sea, 10 días después de publicado el caso de Arévalo), La Razón vuelve con el tema y titula una nota: “Un técnico ale­mán dícese inventor del ‘Plato’: Quiere reconstruirlo”. Segui­damente dice: “Se encuentra al Servicio de Estados Unidos en la actualidad”. La noticia procede de Nueva York, y de un cable “Especial” (?), hace referencia a las declaraciones formuladas por un eminente ingeniero alemán y ex aviador de la Luftwaf­fe, R. Schriever, afirma: que si la Junta Militar de Seguridad le proporciona los elementos necesarios, se comprometía a construir un aparato como el que se encontraba trabajando poco antes del colapso de Alemania, que puso fin a la II Guerra Mundial. “Tarea que Hitler conocía -según el artículo- con minuciosidad y que, asimismo, conocieron los aliados (en 1945)”.

El articulo incluye un dibujo del “Flying top”, o peonza (trompo) voladora de Schriever, cuyas cualidades técnicas eran las de su ascensión vertical, así como el movimiento estático en el espacio, según el piloto.

El plato volador de Wilfredo Arévalo vs. el "Flying top" de Schriever.

Lo significativo es que el croquis que se acompaña, resul­ta sorprendentemente idéntico al prolijo diseño de Wilfredo H. Arévalo (incluso el estilo de sus trazos): forma discoidal, cabi­na abovedada transparente fija, plano ecuatorial giratorio, cámaras inferiores, etc.

¿Es esto otra coincidencia? El tema reactualiza la hipóte­sis de que, al menos, determinados OVNIs sean armas secretas nazis, y sobre la denominada teoría de los enclaves secretos igualmente nazis en la Antártida. Por extensión, en la región patagónica[3].

Un aspecto plausible se refiere a la posibilidad de que el supuesto artefacto de Lago Argentino sea uno de estos portentos de fabricación humana.

No obstante, en un artículo aparecido en la revista alemana Luftfahrt International (4) (Navegación Aérea Internacional), se pone en duda la realidad de los platos voladores alemanes. Mencionemos algunos párrafos de interés:

“En los artículos de prensa publicados a partir de 1950 se habla esencialmente de dos tipos diferentes de discos vola­dores (…) y se afirmaba que una de tales peonzas había sido ideada por el capitán de vuelo Schriever y la otra por el inge­niero Dr. Miethe. A ambas peonzas se les atribuían unas veloci­dades indescriptibles”.

Así, parece que en abril de 1945 el trompo volador de Rudolph Schriever estaba a punto de ser ensayado, aunque antes del final de la guerra sólo se llegó a efectuar un lanza­miento de ensayo, sin llegar a un vuelo, y al mes siguiente el apa­rato fue destruido. Su inventor y constructor se pasó enton­ces a Occidente, portando todos los planos del invento.

La peonza voladora del alemán, según una revista española.
“Rolph Schriever murió en los años 50. Entre sus papeles se encontraron -aparte de una descripción provisional de cons­trucción no fechada, aunque probablemente posterior a la ter­minación de la guerra- algunos borradores y esquemas de su artefacto volador, así como recortes de prensa sobre el tema".
“Las primeras de estas notas de prensa están fechadas el 30 de marzo y el 2 de abril de 1950. Los reporteros del Der Spiegel, habituados a dar primicias, ofrecieron la sensacional noticia sobre la peonza de Schriever tres días antes de que fuera publicada por el semanario Heim und Welt y probable­mente a partir de la misma fuente de información, ya que ambos artículos poseen un contenido bastante coincidente, habiendo podido servir de base para otros reportajes que, sin embargo, se diferenciaron de ambas notas”.

Al respecto, resulta muy significativo que si bien el caso de Wilffedo H. Arévalo, en Lago Argentino, habría ocurrido 12 días antes de que se tuvieran noticias del artefacto de Schrie­ver, en realidad, el público recién supo del testimonio del estanciero argentino el 13 de abril, es decir, exactamente dos se­manas después de conocer el proyecto de Schriever. Aunque nótese que los lectores de La Razón fueron informados de la peonza voladora alemana inmediatamente después del caso de Arévalo, 10 días más tarde, cuando la prensa extranjera ya es­taba al tanto del sensacional proyecto.

Un examen crítico de todo el material disponible, de la confrontación de las diversas fuentes y del contenido de los documentos detalla­dos en la revista Luftfahrt International, permite mostrar una serie de incongruencias y contradicciones.

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Otra vista de la peonza voladora.
Esta respetable publicación especializada en navegación aérea concluye afirmando: “Ninguno de estos ingenios existió realmente, ninguno de ellos llegó a construirse y, menos aún, llegó a volar. Durante los primeros años de la posguerra, cuan­do todavía no se disponía de documentos auténticos acerca de las armas secretas del III Reich, florecieron las fantasías de los investigadores fracasados y de los reporteros exagerados, pues el lector se tragaba incluso las más aberrantes historias. Sólo de esta forma resulta explicable que innumerables artículos -como los referentes a la peonza voladora- pudieran ser publicados sin ningún criterio selectivo y aceptados con la misma falta de criterio por el público”.

El tema de las presuntas armas secretas alemanas ha propiciado argumentos a su favor (6), aunque mayor ha sido la pérdida de credibilidad. De cualquier manera, no es este el eje de nuestro artículo.

Es por destacar aquí la razonable sospecha en torno a la producción del caso de Lago Argentino y de su presunto testigo Wilfredo Arévalo, donde el periodismo ha desempeñado un papel preponderante. Las circunstancias y el concatenamiento de los hechos expuestos, sumado a las claras coincidencias descritas y, en definitiva, a la dudosa existencia de ese único testigo, indican que el clásico episodio argentino hallaría su explicación más en términos de la imaginería de un periodista, o tal vez, de algún bien informado lector (llamado “Arévalo”), antes que en el espacio cósmico o en un enclave secreto de procedencia terrestre.

Referencias

(1) Ribera, Antonio. Platillos Volantes en Iberoamérica y España. Pomaire, Barcelona, 1968, ps. 63/64.

Creighton, Gordon. Los Humanoides en Iberoamérica en: Los Humanoides. Pomaire, Barcelona, 1967, ps. 122/123.

Vallée, Jacques. Pasaporte a Magonia. Plaza & Janés, E. de Llobregat, 1967, ps. 225/226.

La Razón (Buenos Aires), 13 abril 1950; y 23 abril 1950.

[1] El ufólogo Eduardo Azcuy -quién dedicó varios artí­culos al suceso-, tampoco conoció al testigo, pero según le comentaron, Larralde habría tenido la posibilidad de verlo “tiempo después”. En otra ocasión, Fabio Zerpa nos dijo que exhibiendo un espectáculo en Bahía Blanca se le acercó alguien manifestando ser el hijo de Wilfredo Arévalo y mantuvo un breve diálogo. Nada más. No obstante, en un pasaje de su re­vista (2), agrega haber entrevistado no sólo a su hijo, sino también al padre. Lamentablemente, tampoco aporta una com­probación fehaciente de la pretendida identidad de los citados, ni detalle alguno.

Asimismo, en 1986 enviamos cartas, e incluso telefonea­mos, a todos los Arévalo -apellido común, por cierto- residen­tes en el sur argentino (en 10 localidades), según la guía tele­fónica, con el fin de que nos proporcionen cualquier referencia sobre el presunto testigo. Ninguna tuvo una respuesta afirma­tiva. Tampoco la hubo cuando nos dirigimos a la Asociación de Ganaderos, y la consulta al Catastro Municipal para determi­nar si hubo tierras pertenecientes a Arévalo resultaron tam­bién negativas.

[2] Nuestro informe agrega: “El examen preliminar de los datos tabulados permite advertir que la oleada se distri­buye en su casi totalidad (91,4%) en el trimestre febrero-marzo-abril; pero los avistajes se concentran en un tiempo más breve aún, de apenas 17 días, entre el 18 de marzo y el 4 de abril, que incluye el 70% de las observaciones registradas”.

[3] Precisamente, en esos años, Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay habrían recibido contingentes de refugiados nazis (5) 

http://www.visionovni.com.ar/modules/news/article.php?storyid=924

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