domingo, 28 de abril de 2013

Crotto, Buenos Aires: Plato volador y algo más (14 de julio de 1968)
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI


Haga Clic para ver la Imagen original en una ventana nueva
Lugar del incidente.
En la tarde de un domingo de julio, mientras el cronista del diario El Popular, de Olavarría, Hugo Marconi realizaba sus tareas en un estadio deportivo, fue imprevista­mente abordado por Oscar Agustín D’Onofrio. Después de presentarse, relató que en hora temprana de ese día, domingo 14 de julio de 1968, en ocasión de viajar a Gral. Alvear acompañado por el joven Sixto Romero, de 14 años, fue testigo de una inusitada escena: un OVNI se hallaba estacionado en las cercanías de la última curva del camino que une Olavarría con Crotto, localidades situadas en el centro de la provincia de Buenos Ai­res. Estupefactos, el automóvil que conducían se detuvo y pudieron observar a unos 100 metros la enceguecedora luminosidad desprendida por el objeto, que giraba vertiginosa­mente. A través de este movimiento -según el diario-, enfocaba a dos extraños seres de mediana estatura, que ensayaban a su vez distintos movimientos no muy visibles (1). “Al costado del raro artefacto -ratificó D’Onofrio al día siguiente- se hallaban dos seres de una estatura que oscilaba entre 1,65 y 1,70 m con vestimenta plateada, refulgente, que brindaba el efecto de hacer parecer transparentes a sus usuarios”[1] (2). Al cabo de unos minutos, subieron en la nave remontando vuelo de modo silencioso, ve­loz y ascendente, sin perder su velocísimo giro hasta perderse en la lejanía. 

Detalles sobre la aparición

A las noticias aparecidas el 16 y 17 de julio, le siguió el viernes 19 un extenso reportaje con el relato de Oscar D’Onofrio, que trataremos de resumir a continuación.

D’Onofrio tiene 38 años de edad, está casado desde hace 16 con Nelly Bricka, y se dedica a la compra-venta de automóviles de bajo precio, y trabaja como oficial chapista en una agencia Chevrolet desde hace siete años, aunque también lo hace por su cuenta en un taller de su casa. Tiene como apren­diz y ayudante, desde hace poco más de un año, al joven Sixto Romero, de 14 años, alumno del 7° grado de la escuela Ntra. Sra. de Fátima.

http://www.visionovni.com.ar/uploads/img509fa1cf86a84.jpg
El caso apareció en el diario El Popular, de Olavarría.
En la mañana del 14 de julio O. A. D’Onofrio par­tió de Olavarría junto a S. Romero conduciendo su automóvil Renault Dauphine, color verde, patente 321-203, hacia Gral. Alvear, en un trayecto que suele efectuar una vez al mes para sus operaciones de compra y venta de vehículos. A las 5,50 horas, llegando a una curva en forma de “S”, existente en el kilómetro 31 de Olavarría, sobre el camino que conduce a la localidad de Crotto (partido de Tapalqué), comenzaron a ver una luz blanca cuyos reflejos “parecían los de un tubo fluorescente, pero mucho más potente”. Cuando entran en la curva final de la “S”, el motor del auto empezó a ratear (NdR: andar a prorrata, con dificultad) y dar sacudidas, exactamente a 2.100 m del lugar donde habían comenza­do a divisar la luz. El motor se detuvo completamente y hasta la radio, que iban escuchando, dejó de funcionar. Allí comprobaron que en el lugar indicado, junto a la vía que en ese tramo corre paralela al camino, había un poste indicador: “Km. 307”.

D’Onofrio habría descendido del auto y llegó hasta el borde de la banquina, cuando la luz del plato los alcanzó y no pudo dar un paso más. “Sentí como si me hubieran sujetado por todas partes”, dijo el testigo. Entonces alcanzó a ver que por delante del plato (NdR: la primera versión indicaba que fue “al costado”) y sobrepasándolo en altura, se encontraban dos seres con trajes color plateado. Medían entre 1,65 y 1,70 m de estatura la vestimenta, plateada, pero no muy brillante, los cubría de pies a cabeza.

Comenzó a sentir calor, atribuyendo esa sensación al miedo que le producía la extra­ña visión. “Yo alcancé a quedarme junto a la puerta -agrega Romero-, del susto tampoco intenté alejarme más. También me sentí paralizado cuando la luz nos enfocó. Yo, que al principio creí que se trataba de una cosechadora (NdR: “una máquina de Vialidad”, según la primera versión), me dí cuenta que eso era algo muy distinto”.

“Todo ocurrió en escasos momentos -continúa D’Onofrio-. No tuve tiempo ni de pensar, o mejor dicho, esa luz me impedía pensar”.

Después vio cómo los dos seres hicieron un movimiento hacia el plato volador y la luz disminuyó por un instante, para luego hacerse más grande y aún más brillante. Entonces, en el raro aparato se produjo una especie de giro y cambió de color, fugazmente, del blanco al rojo y otra vez al blanco intenso, elevándose en forma vertical a gran velocidad y sin producir ninguna clase de ruido. Sólo cuando desapareció de su vista pudo recobrar el movimiento.

Sin animarse a ir hacia el lugar donde había estado posado el artefacto, regresó al auto, y cuál no sería su sorpresa al notar que el motor no respondía al arranque. Así estuvieron un rato -siguiendo la versión de El Popular- hasta que el motor comenzó a funcionar. Sin embargo, hasta el cruce de un camino con la vía (la del F.C. Roca que va hacia Gral. Alvear, distante unos dos kilómetros de allí) el motor siguió fallando, hasta que después se normalizó.

La investigación

- Búsqueda en la Estancia “San José”: Durante la reconstrucción del hecho que empren­dieron con los periodistas, decidieron atravesar las vías del F.C. Roca e introducirse en el campo donde ellos aseveraban haber visto al “plato volador”. Allí, en medio de un cuadro de la Estancia “San José” (380 hectáreas), propiedad de Raúl González, efec­tuaron una tan intensa como infructuosa búsqueda de posibles rastros que hubiera podi­do dejar en el lugar donde se habría asentado el OVNI. El cuadro (33 hectáreas) presentaba una excelente pastura de avena, pero nada que pudiere atribuirse al extraño fenómeno. Sin resignarse ante la inútil búsqueda, por último, se dirigieron al casco de la estancia ubicado a unos 400 metros del lugar donde se habría posado el OVNI, donde entrevistaron al hijo del propietario de la estancia, también de nombre Raúl (30 años, casado), quien ya estaba enterado de la presunta presencia del OVNI en el campo, pero aclaró: “Yo no ví nada”, agregando que a la hora indicada (5,50) estaba levantado, pe­ro que no se había observado ninguna señal anormal (3).

- En el lugar: la localización del sitio donde habría ocurrido el episodio tropezó con algunos inconvenientes iniciales, pues desconociendo cuál era la fuente informativa original, primera del caso, debimos guiamos por noticias publicadas en sucesivos medios periodísticos (4), las que -además de escuetas- contenían errores de importancia, por ejemplo, situándolo en la “ruta 3 a la altura del kilómetro 37” (González Catán), en lugar de “a la altura del kilómetro 37, palo 3, última curva a Crotto”, reza la primera información del diario de Olavarría, cuyo director tuvo la deferencia de remi­tirnos copia de los recortes.

El reconocimiento del lugar se hizo reconstruyendo el viaje realizado por los testi­gos aquel domingo 14 de julio. No hay dudas que, en este caso, el paisaje se ha mante­nido prácticamente igual. El polvoriento y algo pedregoso camino se abre entre los campos cerealeros y, llegando a la curva final de la “S”, nos encontramos con los viejos rieles del ferrocarril separados del camino por una alambrada. Una serie de postes de añeja madera que conducen las señales telegráficas se levantan paralelo a las vías, el tercero es el “palo 3”, y lleva a dos tercios de su altura un cartel indicador: “307”, con lo que nos dice que estamos metros más allá de la doble S del polvoriento camino kilómetro 307 del Ferrocarril Gral. Roca, lugar de aquella extraña presencia, en los campos de Raúl González.

Sólo él parece mudo testigo del recordado suceso, pues no hay ninguna edificación a la vista, ni paseante que se nos haya cruzado. Sin embargo, unos dos kilómetros en di­rección a donde se vio la luz -y equidistante en el camino a Crotto- se encuentran apiñados sobre un camino de tierra que conduce a Azul, varios cascos de estancia y cha­cras.

- Las Encuestas: Llegados a Olavarría procuramos localizar a quien se ofrecía como el principal testigo, Oscar A. D’Onofrio, sin que la búsqueda fuera auspiciosa. Consulta­da una docena de personas con ese apellido, supieron informarnos que el chapista había fallecido a fines de la década del ochenta.

Haga Clic para ver la Imagen original en una ventana nueva
Sixto Romero.
Ubicar a Sixto Romero no fue tampoco fácil, pero por fin logramos entrevistarlo. Aquel jovencito de 14 años era ya un hombre de 38 años, casado y con cinco hijos, que trabaja como transportista en las canteras de Olavarría. Sixto Emilio Romero nació el 3 de septiembre de 1954 y cursó estudios primarios. Su testimonio es el siguiente:

“Fue un domingo de julio de 1968. Me había levantado temprano para trabajar. Iba con D’Onofrio en su Renault para Gral. Alvear, pues él se encargaba de vender autos y este trayecto lo hacía cada quince días, un mes. Le gustaba ir rápido, a unos 60 km/h por ese camino de tierra. Antes de llegar a Crotto, en una “S”, en el km 307 del ferrocarril, vimos el resplandor. Nosotros estábamos cerquita, pero era tan fuerte que yo no alcancé a ver. Yo no vi nada porque era muy fuerte el resplandor. Ahora, si D’Onofrio ha visto algo…, yo no. Porque el que más hablaba era él, por tratarse de una persona mayor".

“El auto se paró de repente. D’Onofrio era chapista y no entendíamos nada de mecáni­ca, pero tampoco hicimos algo para que arrancara. Apareció la luz y a su vez se detuvo, el auto, según recuerdo. Yo me asusté, y en ese momento quedé como hipnotizado porque me tomó tan de sorpresa que… me abataté (NdR: intimidarse, causarle miedo, susto). D’Onofrio intentó bajarse, pero no pudo, porque -según decía en ese momento-, no podía abrir la puerta, como si estuvieren trabadas. Yo ni siquiera lo intente".

“El resplandor era muy fuerte que no vi nada, ninguna silueta o figura. Me parece que D’Onofrio sí vio alguna figura, yo no, porque eso encandilaba. Él decía que era un círculo medio redondo, pero yo vi una luz muy potente, llegando a iluminar el sector donde se encontraba con mucha facilidad. El resplandor era más grande que el auto y parecía estar a unos 0,80 m del suelo. Lo encontramos de pronto, íbamos por el camino de tierra y vimos que eso estaba -como quien dice- parado. Jamás me voy a olvidar. Me llamó tanto la atención, que quedé como hipnotizado mirando eso, al costado derecho del palo indicador se hallaba. Era una luz fija blanco-amarillenta que, por el resplandor, era un poco más grande que nuestro auto. No escuché sonido alguno, aunque no sé si se­rá por la sorpresa de verlo, también la causa de estar mirándolo como quedé. En ese momento tampoco hice comentario".

Haga Clic para ver la Imagen original en una ventana nueva
 Croquis explicativo del testigo S. Romero.

“Transcurridos unos cinco minutos, fue perdiendo intensidad y desapareció en forma repentina, a más de 150 metros. Esa parte es alta. Después que vimos todo, el miércoles que volvimos, calculé la distancia. Es que cuando despegó lo hizo tan rápido…, tan de golpe. El auto después volvió a arrancar solo y yo reaccioné, y con D’Onofrio estu­vimos como asombrados mirando, en vano porque era de noche y no se veía nada. Apenas unas vacas se veían, pero cuando volvimos -y nos bajamos- no había ninguna. Después sí".

“Durante la observación no hice ningún comentario, pero luego sí, que era un plato volador. Un avión no era, pues las luces daban vueltas y un avión no lo hace. No podía creer que a tanta velocidad haya despegado ese artefacto. No sé qué estarían ha­ciendo. En el trayecto hicimos comentarios con D’Onofrio y finalmente llegamos a Al­vear. Él era como mi padre, una persona normal, muy tranquila. Vivía cerca de mi casa y trabajé con él unos tres años. En esa época, yo vivía con mi madre, mi padre y mis cinco hermanos".

“La gente lo tomó como si le tomáramos el pelo (burláramos) y, francamente, nosotros no queríamos llegar a lo que llegamos con los comentarios. Aunque a mi, como un chico, me convenía porque querían hablar conmigo y me sacaban de la escuela y nunca estaba".

“El hombre del campo donde estuvo el artefacto, en cambio, no le dio importancia porque decía que por allí pasan autos. Él dice que vio el resplandor, que venía de la ca­lle, no se imaginó qué era eso…”.

Consideraciones finales

El testimonio de Sixto Emilio Romero nos parece honesto. Se muestra interesado, y bien dispuesto a colaborar, sin preocuparse demasiado en la prosecución de nuestra ta­rea. Medido en sus puntos de vista, y cuidadoso en lo que para él es suposición y con­vicción. Conserva un recuerdo nítido de aquella experiencia, de características sim­ples en lo visual y fuertemente impregnado de emoción, que lo dejó atónito (pasmado y sorprendido) y, quizás, atónico (sin fuerzas) para reaccionar frente a lo que veía.

De algún modo, Romero parece inclinado a reproducir el estado afectivo, de sensibilidad, de quien considera como su padre, y maestro. La estupefacción mental de la que habría sido víctima D’Onofrio, pudo haberse expresado también en su coordinación y mo­vimientos (recuérdese la imposibilidad de abrir la puerta del pequeño automóvil, la dificultad para desplazarse). ¿Por qué no habríamos de suponer que el desperfecto del vehículo, cuando aparece el OVNI, pudo haber sido causado por un descuido de su conduc­tor? Aún así, ¿cuál era el estado del automóvil? Curiosamente, cuando los periodis­tas van a su casa para entrevistarlos, D’Onofrio “estaba reparando su automóvil” en compañía del jovencito Romero (véase artículo del jueves 18, p. 3). A pesar de todo, estos son algunos interrogantes que parecen quedar sin respuesta.

Sin embargo, ambos testigos no dudan en que su percepción era la de un ‘plato vola­dor’, y desde esa creencia les es posible sortear cualquier dificultad para poder explicar todo lo ocurrido: la fuerte luz, el paro del motor, hasta el porqué no se abrió la puerta del auto, e incluso, sus propios estados anímicos y volitivos.

Podríamos sospechar que cierto grado de sugestión está en juego. El 2 de julio se produjo en Sierra Chica (próximo a Olavarría, y a Crotto) el resonado caso del joven O. Iriart, que habría entablado comunicación con dos tripulantes de un plato volador (5), y ya se había desatado en todo el país una gran oleada de apariciones.

Si pasamos a confrontar los testimonios de D’Onofrio (según el diario) y el de Romero (según nuestra encuesta), será posible notar ciertas incongruencias en cuanto al fenómeno percibido. Tal vez la más significativa se refiere a la presencia-ausencia de ocupantes. Mientras que D’Onofrio habla de “dos seres con trajes color plateado”, de estatura normal, Sixto Romero señala con firmeza que “el resplandor era tan fuerte que no vi nada, ninguna silueta o figura (…) porque eso encandilaba”. De ser así nos preguntamos cómo D’Onofrio logró distinguir los seres que afirma haber visto, precisa­mente, del lado del acompañante. ¿Acaso D’Onofrio tenía mayor agudeza visual, o Romero decidió en esos momentos mirar hacia otro lado? ¿O es que operaron los miedos, creando la ilusión de estar viendo figuras, seres siderales junto a una poderosa luz que no dudaron -bajo la influencia de sucesos recientes- que se trataba de un plato volador?

Sixto E. Romero afirma haber visto que esa intensa luz, cuyo brillo o resplandor le impedía ver cualquier detalle, estaba situada a 0,80 m del suelo. Exactamente a la altura en que se encuentra el terraplén del Ferrocarril Gral. Roca. Claro está, a más corta distancia que la estimada para el OVNI. No hubiera sido vano verificar por entonces el paso de trenes o de autovías para inspección a esa hora y, en particular, si estuvieron trabajando operarios que pudieren haber estado empleando algún tipo de solda­duras (por ejemplo, las luminotérmicas). Del mismo modo, lamentamos que no se haya verificado la posible existencia de máquinas de vialidad, y agrícolas (cosechadoras), como sugirió en un primer momento el mismo Romero. Sin descartar de antemano que hubiere cazadores furtivos, como es habitual hallar los fines de semana.

Como se notará, quedan grandes dudas que actualmente no sería posible disipar. Toda­vía menos cuando no disponemos de una versión homogénea de los sucesos acaecidos esa madrugada. ¿D’Onofrio descendió del automóvil, o -como nos dice Romero- “intentó bajarse, pero no pudo”? Y también, ¿el raro artefacto se elevó en forma vertical a gran velocidad, o -como nuevamente nos dice Romero- “fue perdiendo intensidad y desapareció repentinamente”, creyendo que hubo despegado? Si confiamos en la entrevista perso­nal que efectuamos, antes que en la versión periodística, el fenómeno debería situarse a la altura del suelo, y no a gran elevación, por lo que cualquier intento explicati­vo acota sus posibilidades a un determinado repertorio de objetos, capaces de ser con­fundidos con un plato volador. ¿O se trató de un legítimo objeto no identificado?

Si nos atenemos a los paupérrimos y hasta contradictorios elementos de juicio, seguramente nos arrimaremos a responder en esa dirección. Pero tal inconsistencia e insuficiencia de datos no permiten -al momento- ofrecer una explicación.­

Referencias

(1) El Popular, Olavarría, 16 julio 1968, p. 3.

(2) Ibíd., 17 julio 1968, p. 3.

(3) Ibíd., 18 julio 1968, p. 3.

(4) La Razón, Buenos Aires, 27 julio 1968, p. 2;

Ecos Diarios, Necochea, 28 julio 1968, p. 7, et. al.

(5) Ibíd., 4 julio 1968.

[1] El detalle de la transparencia y brillo puede relacionarse con la descripción de O. Iriart (caso Sierra Chica, del 2 de julio, cerca de Olavarría, que divulgó el mismo diario). Como da­to curioso, en el artículo siguiente del viernes 19, se omite esa impresión de “transparencia” y dirá que la vestimenta plateada -según D’Onofrio- no era muy brillante

No hay comentarios.:

Publicar un comentario