domingo, 31 de marzo de 2013

Mercedes, Buenos Aires: Destellos (25 de julio de 1968)
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI  


El jueves 25 de Julio de 1968, en las adyacencias de Mercedes (Pcia. de Buenos Aires), una vecina que vive en la zona de las chacras fue testigo de un insólito fenómeno, el cual incluye la presencia de una entidad antropomorfa que habría descendido de un extraño aparato.

Noticia generadora del informe

La noticia fue publicada en el diario local La Hora, por aquellos días (l), sin haber adquirido la notoriedad que tomaron otros sucesos similares durante ese pródigo año de observaciones. Una circunstancia fortuita nos permitió acceder a la información, que consignamos seguidamente:

En la fecha indicada, María Siri viuda de Badano se encontraba en su casa, con la sola compañía de sus cuatro perros. Su hijo había ido a un velorio y serían las 20 horas cuando oyó un ruido casi indefinible, entre sordo y agudo. Le llamó la atención y entonces se asomó por la ventana que da al camino, hacia la tranquera próxima a unos grandes eucaliptos del campo vecino. Fue en ese momento cuando avistó un extraño apa­rato “que estaba evidentemente posado sobre el suelo y que despedía una especie de brillante fosforescencia”, declaró la mujer. “lo vi muy bien, y además algo que partía de ese aparato, como si fueran otros de menor tamaño; parecían como querer posarse sobre la copa de los eucaliptos, para regresar enseguida al sitio de donde había parti­do”. La señora Siri vda. de Badano estaba aterrada y asegura que no hubiera podido ni abrir las puertas. Uno de los perros de vigilancia ladraba y atropellaba. De pronto notó que otro objeto, desprendido del anterior, se dirigía hacia la casa.

“Entonces sólo atiné a ponerme en cama -dice la mujer-, pensando lo peor o tal vez lo inexplicable”. Después se hizo un silencio y nuevamente escuchó aquel ruido casi indefinible, pero más al frente, en dirección al campo de Juan Marín. Acto seguido, “siempre pensando en mi hijo -continúa la testigo-, me asomé por la otra ventana y a unos 200 metros, campo ya de Marín, pude ver que bajaba de otro aparato una figura como de hombre, cubierta de elementos que le daban mucho brillo”. Se movía constantemente. Y luego de apreciarlo bien, “se produjo algo como un relámpago entre rojizo y azulado y tras esto desapareció todo”.


Lo primero que hizo la señora al día siguiente -señala la crónica periodística-, fue aproximarse a la tranquera de su campo, donde la noche anterior viera el fenómeno, pudiendo constatar la existencia de dos rastros. Se trataba de dos hendiduras en la tierra, cuadradas, de unos 10 cm. de lado y de una profundidad de unos 2 cm.

Agrega que logró verificar la presencia de esos hoyos y que, recorriendo el sitio, la testigo encuentra otros dos similares distante a unos 15 metros de los anteriores, no advertidos con anterioridad.

El cronista del diario La Hora, de Mercedes, arriesga su opinión en cuanto a la testigo y al fenómeno que habría ocurrido en su chacra de un modo favorable, para concluir diciendo: “Allí, evidentemente, se ha visto algo nada común, que la dueña de casa describe perfectamente”.

Las encuestas

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En diciembre de 1992 emprendimos la investigación en esa localidad, que lleva el nombre de Nuestra Señora de Las Mercedes, teniendo su origen en un fortín fundado a fines del siglo XVIII. Se encuentra en una zona de actividad agropecuaria, ubicada sobre la margen derecha del río Luján. Grandes montes frutales, especialmente de duraznos, hacen el marco de este episodio de características fantásticas.

Allí procuramos localizar el sitio donde se desenvolvieron los hechos. Yendo por la vieja ruta 5, que une Mercedes con Suipacha, a la altura del Km. 105 encontramos una acentuada curva, donde la ruta se bifurca ofreciendo a su izquierda un camino polvoriento conocido como “25 de Mayo”. Ingresando por él, 150 m más adelante, un sen­dero -donde otrora se hallaba la estancia de Vigano- nos conduce tras recorrer unos 1000 m a la chacra de Siri de Badano, la testigo.

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Algunos cientos de metros antes de llegar, mientras tratábamos de ubicar a la citada finca, nos topamos con un baquiano que ofreció datos precisos sobre la ubicación de los campos. Algo intrigado por el motivo de nuestra presencia, aunque respetuoso de la reserva que pudiéramos tener, deslizó su curiosidad a la que no demoramos en satisfacer. Fue así que nos informa recordar vivamente el episodio, señalando que en esos días fue el tema de conversación del vecindario: “Se co­mentó mucho lo que vio la señora. Pero, vea, fue una moto, una motocicleta que se de­tuvo delante de la tranquera, ahí fue donde estuvo eso que vio…”. Le preguntamos entonces quién era el que conducía la moto. Permaneció en silencio y luego dice: “No sé, pero ella vio una moto; eso fue lo que decía la gente, lo que se dijo que vio”.

Finalmente llegamos al lugar. Unos 120 m separan el sendero “de Vigano” a la casa. Un cartel más o menos reciente nos indica que estamos en la chacra “Cambalache”. Allí hablamos con el casero Lino Juan Reyes, de 36 años, quien vive en la finca junto a su familia. “Sí, Siri de Badano vivía aquí, pero el campo se vendió hace tiempo”, nos comunica de inmediato. Algo receloso al comienzo, nos permite el acceso, recorremos juntos las instalaciones, nos cuenta de la chacra y de su vida en la misma, rememora el episodio. El diálogo es muy cordial.

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Lino Juan Reyes, encargado del campo
Reyes relata que trabaja en el lugar desde los 12 años. En 1967 por solicitud de la Sra. María Ofelia -ya viuda desde 1966 aproximadamente- desempeña tareas varias en la chacra, menudas. Actualmente, la finca tiene otros dueños y él permanece en calidad de casero y “medio socio del patrón” en la crianza y comercialización de algunos animales.

Expresa que el aspecto de la propiedad ha cambiado. Hace 24 años se hallaba en estado de abandono, rodeada de pastos, yuyales y cañares, como abandonada estaba su dueña. Según Reyes, ella permanecía mucho tiempo en soledad, desatendida por su único hijo (por quien deja entrever un acentuado rechazo y fastidio), el cual estaba gran parte del día en la ciudad, sin mostrar preocupación alguna por su madre afectada en su salud, pues “tenía el mal de Parkinson”. Considera que esto podría haber actuado como motor en la decisión de María Ofelia de quitarse la vida: “Entre 1971 y el 74 se suicidó descargándose un tiro de una 16 pichonera en la cabeza”.

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También afirma que María Ofelia le refirió inmediatamente el episodio de los platos voladores, y que incluso le mostró las hendiduras que dejó el objeto al posarse en el suelo, aunque no recuerda que le haya hablado de algún “hombre” que descendió del aparato[1].

Formula que tanto en ese momento como después, le restó credibilidad a su relato. “Yo vi las marcas, ella dice que las dejó eso, pero yo no sé; eran unos hoyos…, así que podían ser de cualquier cosa, como si se hubiera presionado, hundido el suelo”.

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Lino señalando el lugar en donde aparecieron los fenómenos.

En su opinión, la Sra. Siri de Badano -que por entonces tenía 56 años- parecía sufrir alguna alteración psíquica, ya que tenía períodos de devaneo, no mostrando un buen ajuste a la realidad (“Decía pavadas, hablaba sola, para mí estaba loca…”, dice sin rodeos). El motivo era -según su apreciación- la soledad y tristeza en la que esta mujer se hallaba inmersa.

Transitando por el terreno donde fue avistado el presunto objeto y el sector donde aparecieron las marcas, Reyes nos indica la exacta ubicación de los campos de Juan J. Marín, ya vendidos, en el que hubo descendido -según el diario local- una figura de apariencia humana, distantes a 150-200 m e intermediados por la propiedad de Biduzzi, ­a la vez que manifiesta que ninguna otra persona declaró haber observado algo inusual durante aquella noche.

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Interior y vista hacia el fenómeno.
Paso siguiente, localizamos a Héctor Siri, de 78 años, hermano de la testigo y propietario de un almacén en Mercedes. Este hombre se presenta parco para brindar información sobre el episodio referido, dice no recordar nada y brinda datos muy imprecisos manifestando que “el pasado hay que olvidarlo”.

No obstante, nos informa que su hermana dos años mayor que él, ya estaba afectada en 1968 del mal de Parkinson[2] y que vivía prácticamente sola en la finca, razón por la cual decidió llevarla a vivir a su casa. Sin embargo, cuando comenzaron los trabajos de acondicionamiento del almacén, no le fue posible seguir viviendo con ella. Tratando de ser más explícito, dice textualmente: “por la cloaca la mandamos al campo”. Concluye su exposición señalando que al poco tiempo su hermana se suicidó a causa de la enfermedad.

Podemos agregar que la actitud de Héctor Siri, durante este breve encuentro, estuvo signada por su reserva e irritabilidad.

Procurando confirmar algunos datos obtenidos durante las encuestas, intentamos entrevistar a Néstor Badano, hijo único de María Ofelia, lo cual no fue posible por hallarse ausente en la ciudad. A pesar, resultó positivo dialogar con su mujer, por cuanto nos ratifica una vez más la causa del deceso de la testigo, y di­ce saber que ella estaba enferma desde la muerte de su esposo, producida un par de a­ños antes del inusual avistamiento.

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Tranquera y área donde se vio al OVNI y su ocupante.
Análisis del caso

El espontáneo comentario del baquiano, en un intento de prevenirnos respecto al motivo de nuestra visita, nos alertó en relación al presunto consenso que tuvieron los pobladores, vecinos de la testigo, sobre su observación. La hipótesis de la motocicleta resulta atractiva, en la medida en que se correlacionan algunos datos (especialmente, la figura como de hombre bajando de una luz), pero otros parecen inadecuados, siguiendo la versión periodística. De aquí deviene una dificultad al momento de expedirnos sobre la procedencia de la luz, o las luces.

En cuanto a Lino J. Reyes, informador clave de nuestra investigación, señalemos que tenía 12 años en el momento de los hechos. No creemos que su edad y condición in­telectual le permitan, por sí solos, dar consistencia al diagnóstico sobre la posible enfermedad psíquica de la testigo (ratificada por los familiares), aunque con bastantes reservas, podemos atender los signos observados en ella y descriptos por el casero tendiente a reconocer el carácter de alguna dolencia.

Por otra parte, Reyes apoya la hipótesis de la afección psíquica de la viuda de Badano en el abandono y tratamiento del hijo hacia su madre; apreciación teñidas -según estimamos- de ciertos prejuicios personales hacia Néstor, cuyos fundamentos obviamente desconocemos.

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Representación gráfica de los fenómenos luminosos.

No obstante lo dicho, en las distintas encuestas aparece con bastante insistencia la enfermedad de Parkinson que presenta María Ofelia. Esto no resultaría casual, motivo por el que consideramos oportuno consignar brevemente algunas caracte­rísticas de la misma.

Consideraciones sobre la enfermedad de Parkinson

Conocida también con el nombre de parálisis agitante, o parkinsonismo, es una alteración degenerativa localizada en los ganglios nerviosos de la base del cerebro (diencéfalo). Es el resultado de la inflamación del cerebro (encefalitis, en particular la encefalitis letárgica epidémica, de origen viral), arteriosclerosis cerebral, o entre otras causas, ciertos tipos de envenenamiento. Pero en la mayor parte de los ca­sos, la etiología precipitante permanece desconocida.

Los síntomas físicos predominantes son el temblor y la rigidez muscular, los que conducen a la disminución de los movimientos (bradicinesia o incluso acinesia), res­tringiendo sus actividades; circunstancia que altera tanto su cuerpo como su mente y vida social. En efecto, estos enfermos sufren cambios en la estructura de su personalidad, cuyos trastornos kinésicos constituyen la imagen en el espejo de las fluctua­ciones emocionales (2). De ahí que resulta de especial interés reconocer los desórdenes psíquicos que se producen.

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Ubicación de la entidad.
El período agudo de la encefalitis epidémica; en su fase inicial, viene caracterizado por signos de tipo confusional y de signos neurológicos. En cuanto a los trastornos mentales, se observan disoluciones de la organización psíquica, que van desde las formas más atenuadas de confusión mental (obnubilación) a las psicosis delirantes o alucinaciones agudas y a los estados estuporosos. A propósito, los delirios paranoides más o menos fantásticos constituyen una forma bastante frecuente de psicosis encefálica. Con frecuencia hay un recrudecimiento hacia el atardecer y en las fases hipnagógicas. Los trastornos del sueño y los accesos oníricos son también habituales, y van desde el sueño hablado al vivido con pantofobia (la espera de un peligro; todos los efectos del miedo culminan en pantofobia), pudiendo acompañarse de fabulaciones o muy ricos en falsos reconocimientos.

Puede observarse igualmente toda la gama de estados depresivos. Existen episodios (bouffées) delirantes o estados oniroides (que los brotes posteriores, en el sentido de agravación, reproducen con frecuencia) en los cuales el recrudecimiento noc­turno o vesperal es característico. El síndrome parkinsoniano presenta bradipsiquia (actividad psíquica enlentecida), disminuyendo su atención voluntaria, el inte­rés espontáneo, la iniciativa y la capacidad de esfuerzo. Tienen necesidad de estar solos, y presentan una especie de somnolencia o de letargia crónica.

Las emociones están mal controladas, y su afectividad (humor) viscosa explota en accesos de ira súbitos. Las tendencias impulsivas son particularmente características. Es que las manifestaciones psíquicas y motoras están muy ligadas y participan de la misma tendencia al automatismo y a la desintegración de la actividad voluntaria. A veces, estas impulsiones del enfermo de Parkinson revisten un carácter heteroagresivo o autoagresivo, pudiendo llegar al suicidio (3). 

Reflexiones finales

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Descrédito. Necesidad de olvidar. Enigmas. Interrogantes que ciñen este episodio como un velo que intenta cubrir un drama familiar cuyas aristas pretenden permanecer en silencio.

La trágica desaparición de la testigo ocurrida poco tiempo después de los hechos relatados, así como la falta de investigación en el momento oportuno, cercano a la fecha del suceso, impiden pronunciarnos con cierto grado de certidumbre. Aún así, ofrece un margen suficiente para sostener que el avistamiento, o tal vez, su desusada interpretación, pudieren explicarse a partir del cuadro neurológico y psicopatológico que la testigo presentaba en esa época y de las circunstancias que rodearon su vida.­

Referencias

(1) La Hora, Mercedes, Bs. As., 1° de agosto, 1968.

(2) Fabre, Jean. Terapéutica médica, El Ateneo, Buenos Aires, 1982, p. 567.

Schifferes, Justus J., Enciclopedia médica familiar, Editors Press Service, New York, 1961, ps. 363/364.

(3) Ey, Henri, P. Bernard y Ch. Brisset, Tratado de psiquiatría, Toray-Masson, Barce­lona, 7a. ed., junio 1974, ps. 747/752.
[1] Presencia “del hombre” que nos remite invariablemente a. la ausencia. Acaso la ausencia de su finado esposo, o de su hijo aquella noche… en un velorio.

[2] Por encefalitis letárgica.

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