domingo, 3 de febrero de 2013

Mendoza: El caso de los empleados del casino (31 de agosto de 1968)
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI

Los protagonistas del hecho: Fernando José Villegas (izq.) y Juan Carlos Peccinetti (der.)

Los protagonistas del insólito episodio son Juan Carlos Peccinetti, de 26 años, y Fernando José Villegas, de 29, quienes se desempeñan como pagadores en el casino lo­cal. Al regresar a sus domicilios, a las 3,42 horas del sábado 31 de agosto de 1968, afirmaron haber sido sorprendidos por cinco figuras antropomorfas que les transmitieron mensajes inteligibles, les efectuaron punciones en los dedos y extrañas marcas en la puerta del automóvil en que viajaban.

La noticia difundida hacia el mediodía por las radios y emisoras de televisión locales, conmovió a la ciudad de Mendoza y durante toda la tarde, una multitud estimada en más de cinco mil personas transitó por el lugar de la presunta aparición y por la comisaría 6ª, donde se instruyó el sumario y se retuvo el viejo automóvil.

Relato de los hechos

De acuerdo al testimonio que ofrecieron Peccinetti y Villegas en las dos entrevistas que tuvimos ocasión de realizar, apenas cinco días después de ocurrir el original encuentro, y ratificada ante la Policía Provincial de Mendoza, representantes de la Fuerza Aérea Argentina, de la Marina de Guerra, y a una gran cantidad de instituciones de carácter científico e informativo, el día anterior de producirse el caso, Villegas re­tira su automóvil del taller mecánico, lo lleva hasta la estación de servicio de la calle Jorge Calle y Perú, donde carga la batería, habituado a los problemas eléctricos. Regresó a su casa, comió y se acostó a dormir. Cubría el último turno del casino y entraba a las 22,30 horas. Frente al edificio de juego, se encuentra Peccinetti. Este le comenta haber olvidado un abrigo en la casa de su interlocutor y la circunstancia de que su vehículo no funcionaba. Villegas dejó su trabajo temprano, cruza a la confitería Bacará, donde comparte un café con cuatro amigos. Alrededor de las tres de la madrugada sale Peccinetti. Villegas accede a llevarlo hasta su domici­lio, situado en el extremo norte de Mendoza, pero decide pasar antes por su casa a re­tirar el abrigo.

J. Peccinetti y F. Villegas cuentan su historia a R. Banchs.

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El lugar de los hechos.
Salen por la calle Perú y subiendo por Jorge Calle llegan a la morada de Villegas. Sin saber porqué, si aceptó una sugerencia o fue mera intuición, esa noche dobló hacia el sur por Olascoaga. Llegó hasta Huarpes luego de tomar hacia el oeste, y tomando esa vía llegaron a Laprida, hizo una calle y al llegar a Neuquén, dobló nuevamen­te hacia el norte. Anduvo unos 50 metros. De pronto, el Chevrolet 1934 se detuvo bruscamente. Eran las 3,42. También se había quedado sin luces. Los amigos no se extraña­ron, comprendiendo que se trataba de un viejo automóvil con frecuentes dificultades. Ha­bían quedado detenidos frente a unos terrenos baldíos, en una zona muy oscura.

Descendieron del vehículo con el propósito de revisar la instalación eléctrica, pensando en algún fallo, y cuando estaban en esa tarea, se les acercaron tres extraños individuos, pequeños, de aproximadamente 1,40-1,50 metros de estatura, todos iguales, de formas parecidas a las humanas, pero con la cabeza calva y de un tamaño notoriamen­te superior, de piel aparentemente blanca, pues la oscuridad no le permitía notar detalles, así como sus rasgos. Vestían un enterizo similar al que emplean los mecánicos, cuyo color podía ser gris o celeste.

Frente del Liceo Militar General Espejo.
El lugar donde esto ocurría se encuentra ubicado en el extremo noroeste de la ciudad de Mendoza, a 200 metros del campo de deportes del Liceo Militar General Espejo, y a unos 300 m. del puesto de vigilancia de ese instituto. Se trata de un barrio residen­cial en desarrollo, donde aún quedan amplios baldíos.

Representación artística de lo supuestamente acontecido en aquella noche.
La descripción que sigue es prolijamente coincidente: “Cuando nos vimos rodeados -dicen- por esos individuos, miramos hacia un costado y vimos, sobre un amplio baldío de la calle Neuquén, frente al número 2333 (el terreno señalado tiene, en efecto, más de 4000 metros cuadrados, sin edificación alguna), que estaba suspendido en el aire un ob­jeto lenticular de unos 5 metros de diámetro, del que salía por una abertura de unos 0,50 m. ubicada en su parte inferior, un potente haz de luz dirigido al suelo, con una inclinación de unos 45 grados. El OVNI se mostraba como una masa opaca, en la que des­tacaba esa fuerte luz blanca, y estaba situado a 1,70 m. de altura como flotando en el espacio, a unos 30 metros de distancia de nosotros”. Otras versiones, periodísticas, indicaron que estaría situado a 1,20 m del suelo.

El mensaje telepático, el mensaje escrito y el mensaje visual

Con el asentimiento de Villegas, Peccinetti nos relata: “Tres de los seres nos rodearon y comenzaron a transmitimos mensajes, mientras otros dos permanecían junto a la nave. Yo no puedo decir que hablasen exactamente como seres humanos, pero lo que sí percibimos, en forma absolutamente clara e indiscutible, fue un mensaje inteligente, como si se nos hubieran introducido en las orejas unos diminutos altavoces a transistores. Era como una voz que resonara en nuestro cráneo. En el fondo resonaban permanentemente dos conceptos: no temer, no temer”.

Luego, y siempre según el testimonio de los dos empleados del casino, los raros visitantes dijeron: Venimos de dar tres vueltas alrededor del Sol, estudiando costumbres y lenguajes de los habitantes del sistema. El Sol alimenta bondadosamente el sistema. Si así no fuese, el sistema no existiría.

Mientras tanto, seguían resonando de manera continua las expresiones no temer, no temer, en un tono persuasivo. La voz parecía ser pronunciada en castellano (español), pero con un acento extranjero. El monólogo de los visitantes terminó con esta expre­sión: La matemática es el idioma universal.

Uno de los ocupantes sosteniendo una pantalla.
Al mismo tiempo que los perplejos hombres percibían estos mensajes, pudieron ver co­mo uno de los seres trazaba sobre el estribo y la puerta izquierda del automóvil unos signos con un aparato “que daba la misma sensación deslumbrante que una soldadura eléctrica”. En la puerta del vehículo, en efecto, constatamos que estaban grabados por lo menos nueve signos claramente delineados, seis de los cuales parecían guardar cierto orden de escritura vertical dividida en dos series.

Siguiendo con el relato, los testigos pudieron ver delante de la presunta nave espacial y a distancia cercana, a uno de los ocupantes sosteniendo una pantalla “como la de un televisor grande, de forma circular, de unos 0,70 m. de diámetro”, en la que pu­dieron ver primero como una gran cascada de agua, después una imagen parecida a la de una explosión atómica, y luego, corro si apareciera nuevamente la cascada, pero esta vez sin agua, sin vida. 

Final del encuentro

Los dos empleados sostienen que sus interlocutores les tomaron las manos y les hicieron tres punciones a cada uno en el dedo índice y mayor de la mano izquierda. Peccine­tti da una versión más compleja, sosteniendo que “una fuerza” le alzó la mano hasta la altura de los ojos de uno de los humanoides y que fueron emitidos en ese momento unos rayos produciéndole los pinchazos. En cambio, Villegas se limita a explicar que tuvo la sensación de que le fueron punzados los dedos en la misma forma en que se hace en los laboratorios cuando se extrae sangre, es decir por medio de una aguja. “En el con­tacto -dice Villegas- sentí como si me tomara un ser humano, con una mano que no era ni más fría ni más cálida que la nuestra; sintiendo dolor por el pinchazo".

Dibujo de lo que habría ocurrido esa noche.
Surgió otro pensamiento: Dominio de la gravedad. Después, los ocupantes del OVNI se dirigieron a la nave, cruzaron una acequia que separa el baldío de la calle Neuquén que tiene unos 1,45 m. de ancho y llegaron hasta la zona iluminada por el objeto. Ascendieron por el haz de luz, como si fuera una escalera mecánica, uno tras otro, apagándose al subir el último.

Una explosión, que Villegas sintió como un flameo en los pantalones y Peccinetti como un golpe de aire en el cuerpo, hicieron reaccionar a los testigos. En esos momen­tos el OVNI, en medio de un resplandor, ascendía con rapidez y se perdía en el espacio. Villegas se recobra y corre velozmente, seguido por Peccinetti, hasta la guardia del Liceo Militar Y denunciaron el hecho.

Frente del viejo Casino de Mendoza.

Citando a una investigación realizada por un periódico de esa ciudad (1), de acuerdo a lo relatado por fuentes responsables, las pericias policiales resultaron contunden­tes y niegan la presunta experiencia tenida por los empleados del Casino de Mendoza. Entre otros hallazgos, se citan los siguientes: a) el mercurio encontrado sobre uno de los estribos del automóvil, es la cantidad exacta de un termómetro arrojado desde 1,20 metros de altura; b) en el lugar del hecho se encontraron dos pequeñas huellas de automó­vil (presunto plato volador), que fue introducido en esos terrenos con la utilización de una larga madera, que hizo de puente, según la noticia[1]; c) el aparato relatado por las víctimas, parecido a “un televisor”, no habría sido sino una sábana sostenida por dos terráqueos, sobre la cual se proyectaban imágenes; y, c) la luz enceguecedora sería la del auto, dirigida a los ojos de las víctimas.

Otro detalle que no había sido revelado y que cobra significativa importancia, es el siguiente: Peccinetti y Villegas no partieron solos desde el casino la noche del suce­so. También iban con ellos otros tres empleados, quienes fueron bajando en sus respectivos domicilios. Este dato ha sido utilizado por los investigadores. Asimismo se ha­bría probado que la luz del vehículo no se apagó en la zona del episodio, sino una cuadra antes.

En relación a las extrañas marcas, se destaca que fueron empleados -entre otros-, peritos calígrafos, pudiendo establecer que no fueron seres extraterrestres los que las efectuaron (que algunos atribuyeron a un código espacial: tres vueltas al Sol), sino ciertos bromistas, que utilizaron un instrumento especial (pirograbador).

Se indica que hay otro hecho muy sugerente: el automóvil estaba estacionado en la calle Sarmiento, hacia el oeste. Los presuntos bromistas -según la versión- no marcaron el auto en la parte derecha. Lo hicieron a la izquierda momentos antes; los investiga­dores sostienen que los extraños no podían haber hecho las marcas en el costado dere­cho, porque el volante se halla en ese lado (conducía Villegas). De ser así, Villegas, un muchacho muy sugestionable, habría notado tales inscripciones y el plan no hubiera resultado.

Representación de lo observado según F. Villegas.
En cuanto a la publicidad que adquiere el episodio, los investigadores explican que el propósito consistía en una simple broma, muy privada. Cuando Villegas queda inmóvil por la presunta broma de los desconocidos, aquellos pueden efectuarle las punciones, pero cuando sale de la conmoción (shock), comienza a correr a toda velocidad, seguido a varios metros por Peccinetti y al llegar al Liceo Militar y proporcionar la versión, el suceso no se puede parar. Ahí entonces toma estado público, sin que estuviera en el ánimo de los presuntos bromistas que trascendiera.

Según las fuentes, hay otro detalle muy singular: la hora de la explosión no coincide con la aparición contada por las víctimas. Se indica que en la guardia del Liceo Militar está asentada la hora exacta del disparo (se presume que se habría utilizado una escopeta cargada con pólvora). Cuando llegaron Villegas y Peccinetti, había pasado más de una hora.

Desde un primer momento, los investigadores fueron a esclarecer un episodio creado por la mentalidad humana, y no a buscar un hecho pensado por extraterrestres.

El baldío de reducidas dimensiones, con una pared muy alta en su costado.

Es así que llegaron a la siguiente conclusión: ¿Cómo es posible -se preguntan- ­que los presuntos seres de Ganímedes hayan aterrizado en un baldío de reducidas dimensiones, si enfrente tenían otros mucho más grandes? Es fácil advertir -indican- que a esa hora el tránsito del centro hacia el Barrio Cano, se realiza por la calle Boulogne Sur Mer, es decir, de sur a norte (teniendo en cuenta la ubicación del Barrio Cano). Los bromistas eligieron ese lugar porque hay un muro que los resguardaba de la vista de los transeúntes. De ese modo -manifiestan- es fácil llevar a cabo un operativo de esta naturaleza.
 
[1] El juez Jorge Marzari Céspedes sostuvo, empero, que al llegar al lugar del supuesto OVNI, “vi en el centro donde debió aparecer el objeto, dos huellas frescas, de rodado 15 o 16. Lamentablemente, cuando llamé al oficial que me acompañaba, éste las pisó, borrándolas” (2).

La intervención policial

En la guardia del liceo, un suboficial dio a los exaltados testigos un vaso de agua, y después los hizo trasladar en un vehículo hasta el Hospital Luis Lagomaggiore, veci­no al establecimiento[1].
 
Médico forense Arnaldo Ferrari.
En esas circunstancias, la policía tomó inmediatamente cartas en el asunto y el personal de la seccional 6ª, con intervención de la Dirección de Investigaciones, comen­zó a instruir el sumario. El médico forense Arnaldo Ferrari revisó enseguida a Peccinetti y Villegas, señalando en su informe que ambos “presentan un agudo cuadro de excitación psicomotríz y tres pequeñas punciones en el pulpejo de los dedos índice y mayor izquierdo”.

Peritos de la Comisión Nacional de Energía Atómica midiendo la radiación en el lugar del encuentro.
El comisario de la Sexta Sección, Miguel Montoya, dispuso que se realizara inmediatamente un dosaje de alcohol en la sangre, que reveló la absoluta normalidad de los denunciantes. Luego, Peccinetti y Villegas fueron trasladados del hospital al local de la comisaría, donde el comisario Montoya les hizo prestar declaración para el sumario policial. Al promediar la mañana, se hicieron presentes técnicos de la Comisión Nacio­nal de Energía Atómica (CNEA) que, encabezados por Francisco Muñiz, con un contador Geiger, revisaron minuciosamente -junto a peritos de la policía científica- la zona donde dicen haber visto el extraordinario objeto, así como la superficie exterior del automóvil, y luego los objetos metálicos que llevaban los dos presuntos testigos. La inspección reveló que los índices radiactivos eran normales. El técnico Muñiz expresó: “No encontré en ningún momento nada de radiactividad superior a lo normal” (3).

El comisario retuvo, a los efectos de la investigación, el reloj calendario de Peccinetti, un Precisor de 17 rubíes antimagnético, que estaba detenido exactamente a las 3,42 horas del 31[2]. Examinado por tres relojeros, la detención del reloj habría sido provocada -según expuso el juez J. Marzari Céspedes-, por una gotita de parafina en la perilla.

Por otra parte, el gabinete de policía científica envió un laboratorio móvil al lu­gar, para tomar fotografías y efectuar análisis. Los técnicos hallaron en el estribo del automóvil, en el sector donde se hallan inscriptos los raros signos, una sustancia metálica, líquida y de color blanco, que resultó ser mercurio. La misma que contenía un termómetro roto hallado en la casa de Peccinetti.

Interior del auto mostrando las marcas en el parabrisas.
Asimismo se habría comprobado que el parabrisas del viejo automóvil ocupado por Peccinetti y Villegas, no fue quemado por fuera sino por dentro. Esto se robustece ante vestigios de azufre encontrado en la parte interior del coche. El azufre fue quemado luego que los pretendidos testigos -según se indica- corrieron del lugar en dirección al Liceo Militar, produciendo cierta opacidad en la superficie interior del vidrio (5).
No es éste el único indicio que robustece la hipótesis de una patraña imaginada por los empleados del casino[3]. Al llegar a la zona el primer oficial de policía, el sumariante Roberto Palomo Albornoz, declaró haber percibido un fuerte olor parecido al azufre. Resultaría fácil truco haber utilizado este elemento, mezclado con clorato de po­tasio, para provocar la explosión y el resplandor que se atribuye al despegue (regis­trados además por varias personas en la vecindad) (6).

Peccinetti y Villegas fueron también examinados por una Junta Médica, integrada por médicos y psicólogos, durante cuatro horas y media.

Dibujo de los seres que habrían visto esa noche según C. Peccinetti.
Uno de los seres, según C. Peccinetti.
En definitiva, se deduce que todo se trató de una broma tramada para asustar a Villegas, que era conocida por Peccinetti, cuya publicidad y derivaciones posteriores no pudieron preverse, pues nadie pensó que Villegas correría hasta la guardia del Liceo Mi­litar a dar cuenta de lo sucedido, ocasión en que Peccinetti lo corrió sin poder darle alcance. Para la policía, en consecuencia, se trataría de detener por “lesiones leves” a quienes simulando ser extraterrestres pincharon los dedos de los nombrados.

La buena disposición de los funcionarios policiales, facilitando el cumplimiento de la misión periodística, fue seguida a los pocos días del suceso por un comunicado de prensa emanado por la Jefatura de la policía Provincial, que expresa:

“Con motivo de varias denuncias que últimamente se han producido en esta provincia y que han tenido resonancia en los órganos de la prensa escrita, oral y televisiva, relacionadas con la supuesta aparición de OVNIs y de seres de apariencia extraña, la Jefatura de Policía de Mendoza, por medio de sus organismos especializados, ha investigado minuciosamente las circunstancias y los hechos relacionados por todas las personas que dicen haber sido testigos o afectados de algún modo por estos fenómenos, llegando a la conclusión, en todos los casos, sin excepción, que no se ha comprobado absolutamente ninguna de las aseveraciones sobre supuestos acontecimientos extraordinarios, resultando de los informes producidos por los técnicos de la Policía Científica, Sanidad Policial, expertos minerólogos de la Dirección Provincial de Mi­nas, científicos de la Delegación Oeste de la Comisión Nacional de Energía Atómica y los profesionales médicos y químicos del Instituto de Criminología y Medicina Legal, que se trata solamente en algunos casos de fenómenos alucinatorios, y en otros, individuos cuya personalidad presenta como rasgos característicos tendencias a la mitomanía, a veces en concurrencia con su nivel cultural y en otros a un deseo de publici­dad con fines no confesables. Se destaca que absolutamente todos los indicios materiales localizados y analizados responden a causas naturales y comunes libres de interpretaciones extraordinarias, siendo perfectamente reproducibles".

Imagen agrandada de los seres que habrían visto esa noche según C. Peccinetti.
La Policía de la Provincia previene a la población sobre estos hechos tendientes a alterar la tranqui­lidad pública e invita a la serenidad, justeza y mesura en la apreciación y divulgación de tal tipo de noticias. ­

“Asimismo, recuerda que el Código Penal sanciona con pena de prisión a quienes infundieran indebidamen­te un temor público, por lo que se procederá a instaurar los correspondientes procesos a las personas cu­ya conducta encuadrase dentro de la citada disposición legal”.

El Jefe de Policía de Mendoza, Roberto G. Hartkopf, respondió a la inquisitoria pe­riodística sobre el propósito del célebre comunicado: “El objetivo es muy simple. Qui­simos evitar que en Mendoza pasara, por causa del pánico, lo que pasó en los Estados Unidos cuando Orson Wells simuló la Guerra de los Mundos. El pánico fue incontrolable. También en Ecuador, a través de una emisión radiofónica, se simuló la llegada de seres extraterrestres. Las consecuencias fueron graves: éxodo, incendio de la emisora y hasta funcionarios víctimas del pánico”.

Los símbolos marcados en el automóvil, según los testigos.
En relación al caso de Peccinetti-Villegas, opinó: “Se trata de un hecho bien de la Tierra. Todo tiene su explicación (…). Intervendrá el juez que esté de turno. Creo que se les aplicará el artículo 211 del Código Penal, el relacionado con los Delitos contra la Tranquilidad Pública. Además, se han provocado lesiones a los protagonistas, que recibieron pinchaduras en sus dedos. En el caso de Fernando José Villegas se puede hablar de una lesión psíquica y esto es grave”. En relación a la posibilidad de practicar un examen hipnótico, afirmó: “Villegas, el más atemorizado luego del suceso del Chevrolet escrito, aceptó. Peccinetti, el más tranquilo, el más sereno, no aceptó”. Al preguntársele sobre el posible carácter “intimidatorio y contraproducente” del comunicado, señaló: “No es así. Lo único que hemos querido es refres­car un poquito la memoria, frenar a la imaginación descontrolada. Además todo es rela­tivo. Según ese punto de vista el conocimiento del Código también sería contraproducente…” (7). Sea como fuere, Peccinetti y Villegas jamás fueron sometidos a proceso ni sumariados, siendo sólo citados en calidad de testigos. Tampoco hubo alguna acusación concreta por delito de intimidación pública.

En Mendoza se vivía un estado de expectación en el momento en que apareció el supuesto OVNI. Toda la gente hablaba de platos voladores. Luego del comunicado del 5 de septiembre, nadie habla. Existe temor. Pero un temor real. El comunicado causó el efecto deseado.

Las diligencias de la Aeronáutica

El jefe de la IV Brigada Aérea convocó, apenas ocurrido el hecho, a la Junta de Seguridad y destacó al teniente Luis Cunietti para que investigara todas las circunstancias del mismo. Fue así como se trasladó al lugar del suceso y a la seccional policial, en misión oficial, observando los resultados del fenómeno. También se consigna que un miembro de esa fuerza asistió como observador al Instituto de Medicina Legal y Criminología del Hospital Central, el martes 3 de septiembre, cuando los protagonistas del encuentro fueron examinados -en forma conjunta y separada- por dos psicólogos y médicos.

El militar destacado manifestó que todos los antecedentes reunidos se remitirían a la Junta de Investigaciones Espaciales que tiene su sede en Buenos Aires y contactos con organismos similares de carácter oficial en todo el mundo (8).

En la Justicia

Los símbolos marcados en el automóvil.
La repercusión del caso adquirió tal magnitud, que el titular del primer juzgado de instrucción, Jorge Marzari Céspedes, decidió tomar intervención, a pesar de no existir ningún tipo de acusación civil ni criminal contra los atribulados protagonistas de la historia. Según ha informado, el magistrado fue como un ciudadano más a ver el escena­rio del aterrizaje y se interesó por algunos detalles del suceso. Atendiendo que cier­tas averiguaciones y procedimientos son necesarias realizarlas con orden judicial, la Suprema Corte de Justicia -probablemente, a vista del interés del juez- decidió encomendarle la instrucción del correspondiente sumario, cuya insólita carátula rezó: “Fiscal contra N. N. por lesiones leves”.

Al respecto, el periodismo señaló: “Es probable que se trate de la diligencia más extraña que escritorios tribunalicios hayan presenciado en la historia judicial del país” (9). Sin duda fue todo una novedad, muy curiosa.

El juez Marzari Céspedes comenta: “Había que ordenar una pericia psicológica. Quizás una hipnosis de Villegas y Peccinetti, y eso debe ordenarlo un juez. Al día siguiente, los cité a declarar. Ordené una pericia que debía abarcar reacciones ante estímulos lumínicos, auditivos, visuales y sensoriales. Designé dos psicólogos y dos psiquiatras. Pero sobre la propuesta de un examen bajo hipnosis, Peccinetti no quiso saber nada y trató de hacerle cambiar de idea a Villegas”. Aquí estaría la punta de la pista policial y judicial del suceso. “Cuando me dirigí al lugar del supuesto descenso -continúa el juez- iba a ver, en realidad, si encontraba algo humano o no humano. Hice desviar el tránsito y me detuve a observar. En el lugar había una pared al costado, u­na palmera, dos postes de luz, dos sauces y, al frente, hacia el norte, dos baldíos más. ¿Por qué aterrizaron en ese lugar, por qué no eligieron uno más grande?.. Me hago preguntas humanas para encontrar una respuesta no humana. El lunes 2 conversé con ellos, los testigos, por primera vez. Lo hice para saber exactamente sobre qué versa­ría la pericia psicológica, sobre qué elementos iba a ordenar la pericia. Sí. Se habló de mi interrogatorio[4]. Al hacerlo, encontré muchísimas contradicciones, y al reconstruir el hecho también. Ahora, el sumario es secreto. ¿Conclusión? En la reconstrucción no hubo un relato fiel. Villegas, según aprecié, no se acordaba prácticamente de nada. Es más, creo que pudo ver, como no ver nada. Estaba asustado de un susto".

“Peccinetti es quien ha hablado, quien ha hecho la descripción de lo sucedido. Emo­cionalmente no está alterado. Villegas ha sido más bien el eco de las palabras de Pec­cinetti. No recuerda nada con precisión".

“Al principio creí que era una broma a la provincia. Después he comprobado que en realidad la broma fue a este muchacho Villegas y sin querer se amplificó y escapó al control de los organizadores. Se trata de un cuento. Entre los responsables está Peccine­tti, naturalmente”
(11).

Villegas y Peccinetti muestran el lugar en donde recibieron los pinchazos.

Aunque por secreto sumarial nada se comunicó oficialmente, habrían trascendido por fuentes allegadas al juzgado los detalles que -aparentemente- fundamentarían la opinión del doctor Marzari Céspedes:

a) Marcas de huella de automóvil, observadas por el juez, que demostrarían que un coche modelo nuevo estuvo dentro del baldío, donde esta­ba el haz de luz;

b) Entre la narración del suceso y su reconstrucción, hay una hora de diferencia, que Peccinetti no supo como justificarla;

c) Los pinchazos que recibió Villegas le dolieron y fueron profundos, mientras que en Peccinetti han sido superfi­ciales (efectuados en ambos con cualquier elemento punzante);

d) La broma habría comenzado varios días antes, por ejemplo, cuando el día anterior se le cambiaron los cables de las bujías de su viejo Chevrolet, comenzando a detonar cuando se lo puso en marcha, aprovechando el carácter asustadizo y fácilmente sugestionable de Villegas;

e) La permanente tranquilidad de Peccinetti en contraste con el temor de Vi­llegas, especialmente, durante la reconstrucción del hecho;

f) Un episodio ocurrido en la misma que ha sugerido que en el episodio habrían estado directamente implicados o­tros compañeros de Peccinetti y Villegas;

g) La madrugada en que ocurrieron los hechos venían y bajaron durante el trayecto otros tres empleados del casino, según lo recordó Villegas en la reconstrucción, pero omitido por Peccinetti;

h) Las inscripciones en la puerta del auto fueron hechas con una punta para realizar pirograbados, empezando con un trazo grueso y terminando con uno fino;

i) El mercurio encontrado en el estribo co­rresponde exactamente al que contiene un termómetro común;

j) El día anterior al hecho Peccinetti dejó olvidado su abrigo, un gabán, en la casa de Villegas y también se le descompuso su vehículo (12).

Peritos del CNEA en el lote baldío.
No podemos asegurar que estos sean todos los elemen­tos del sumario judicial, que fundamentaron la opinión del juez interviniente en la causa. No poseemos los informes de los pormenorizados peritajes técnicos (físicos, químicos y psicológicos, que incluyen pruebas dactiloscópicas, balísti­cas, escopométricos y psicodiagnósticas, muy reveladoras), en razón del secreto de su­mario. Al no hallar culpables, la causa se reserva en secreto hasta que el autor se individualice o se ordene la prescripción (pase a ser archivada). Aún así, será pertinente formular algunos comentarios sobre los puntos recién expuestos, no obstante su ca­rácter provisional:
 
J. C. Peccinetti muestra las punciones recibidas.
a) Como se indicó anteriormente, esta evidencia fue accidentalmente destruida y no se llegó a término para ser examinada o fotografiada por los peritos;

b) Prescindiendo de las interpretaciones abduccionistas, es probable que en una situación mental y emocionalmente singular como la expuesta, resulte difícil una medición exacta, aunque una hora es un período excesivamente prolongado (esto haría supo­ner que en ese tiempo se encendió el azufre en el interior del auto, se arrojó el mer­curio encontrado y se levantó el escenario);

c) Nosotros pudimos verificar cinco dí­as después una ligera punzadura en Peccinetti;

d) El viernes 30 de agosto, confiesa Villegas, “tuve un problema, cambio de cables en las bujías del auto; es el coche más viejo, el que más se presta a bromas, sí, era una de tantas. Era la broma clásica de los compañeros volcarme basura o colocar los tachos en el techo del auto. La noche del jueves, cuando fui a arrancar, escuché explosiones. Decidido a regresar por otros medios, vi en ese momento a Peccinetti y un amigo que se iban…”;

e) La actitud de los involucrados puede reflejar, sino, la personalidad de cada uno;

f) El juez se refiere aquí a la corrección que le hace un compañero de Peccinetti y Villegas, duran­te la reconstrucción del hecho, respecto a la precisa ubicación de uno de los humanoi­des;

g) La presencia de otros acompañantes ha sido sistemáticamente omitida en todas las entrevistas, incluida la nuestra;

Automóvil Whippet 1929, con carrocería Chevrolet 1934.
h) Posibles rayas hechas por la policía, simila­res a las encontradas, demostraron que humanamente se pueden hacer. Empero, tras­cendió otra versión que indica que el coche no estaría rayado, sino marcado por un instrumento que dejó una sustancia formando los extraños dibujos (esta respaldaría de mejor modo el comentario de que, al tiempo, las marcas fueron borrándose misteriosa­mente). Aunque así no fuera, el daño es fácilmente reparable en el viejo automóvil (se trata, en rigor, de un modelo Whippet 1929, con carrocería Chevrolet 1934);

i) Al parecer, son varias las personas que habrían recogido muestras del mercurio hallado en el estribo del auto (sabemos que el comisario M. Montoya, el vecino Jorge Arturo, y el meteorólogo Bernardo Razquin, tomaron de allí un material similar);

j) No queda claro porqué Peccinetti, siendo una noche no excesiva­mente fría (la temperatura era cercana a los 12 C° y la humedad del 62%, con cielo despejado en Mendoza), insistió en ir a buscar el abrigo, sin esperar al otro día.

La conclusión del doctor Jorge Marzari Céspedes puede sintetizarse en esta declaración: “Es una broma de mal gusto, con un móvil detrás. No es nada del otro mundo…” Sus impresiones, coincidentes con las de la policía, hacen caer sus sospechas sobre Juan Carlos Peccinetti.

Así representaban el caso los medios de la época.
A pesar, los hechos trascendidos no aclaran del todo el episodio. Por ejemplo: Los bromistas ¿eran niños?, se interroga un cronista. Porque se habló de cinco enanos cabezudos. ¿Es posible que el mercurio recogido correspondiera a un termómetro común, cuando varios son los testigos que se habrían llevado cierta cantidad?

Aún con los limitados elementos, la hipótesis expuesta por la justicia y la policía mendocina suscita otros interrogantes. Veamos:

¿Cómo se entienden las palabras del comisario Montoya, cuando dice que “montar una escenografía así y hacerla desaparecer en unos minutos antes de que llegara la policía y sin dejar rastros, hubiera implicado una inversión acaso sólo al alcance de Holly­wood”? ¿De qué manera se hicieron, finalmente, las inscripciones en el automóvil? ¿De qué manera, “con una sábana y un reflector” -como indica la policía-, se pudo proyectar en colores las tres escenas (catarata-hongo atómico-catarata sin agua) que vio Villegas? ¿Dónde están los cinco integrantes del equipo de bromistas que Villegas vio a menos de un metro de distancia? ¿Cómo pudo Peccinetti contratar a cinco individuos -niños o adultos- de 1,40-1,50 m. de estatura, calvos y vestidos con enterizos? ¿Cómo ascendieron los cinco enanos por la luz? ¿Dónde está la larga madera, o tablón, utilizado por un automóvil para penetrar en el terreno baldío sin dejar huellas y sí hacerlas justa­mente donde se requería más cuidado, es decir, en el presunto lugar del descenso? Si el sorprendido debía ser Villegas y él mismo manejaba el auto, ¿qué sistema utilizó su compañero para que el rodado dejase de funcionar en el lugar indicado para la representación? Además, el propio Villegas obró por su cuenta cuando afirma: “Sin saber por­qué y aunque no lo hago nunca, doblé por la calle Neuquén hacia el norte”. De esto se desprende que si Villegas hubiera tomado el camino habitual toda la broma habría fracasado. ¿Quién es la persona que habría testimoniado que su coche se detuvo en otra ca­lle, cercana al lugar y a la misma hora?

Portada del diario El Andino.
Como puede notarse, el problema resulta demasiado complejo para aceptar dicha hipótesis con proverbial ligereza. La versión oficial parece tan difícil de probar como la ­realidad del episodio. Quizás, el error haya sido haber adoptado -supuestamente- la hipótesis de la broma y no de la fabulación.

Si los dos protagonistas fueran acusados de fabuladores, sería simplemente la palabra de ellos contra la de toda la maquinaria oficial que intenta defenestrar el caso. Peccinetti y Villegas habrían abandonado el automóvil ya escrito, se habrían producido las punciones en los dedos y, luego de derramar mercurio (elemento que se obtiene sin dificultad), detener el reloj pulsera de Peccinetti, y producir la explosión, habrían salido corriendo a pedir auxilio al Liceo Militar.

Esto es posible y más que nada barato, pues no existirían enanos, ni televisor, ni artefacto volador, ni pirograbadores.

Sin embargo, el juez adoptó el temperamento de insistir en la hipótesis de la broma, quizá por prudencia, por una estratagema de la investigación, o -ciñéndonos al texto- ­por su propia convicción. En este último caso, para aceptar esa hipótesis, ha de ser imprescindible que el juez presente numerosos elementos de probanza. En otras palabras, si Peccinetti participaba en la broma en perjuicio de Villegas, y éste vio todo lo que narró -como acepta el juez, con ciertas reservas- (“Es más, creo que pudo ver, como no ver nada”), la justicia para probar su aserto tendrá que mostrar y/o explicar el conjunto de las preguntas que hemos planteado párrafos atrás. Una tarea que, lejos de simplificar y lograr una adecuación, parece complicar las cosas.

[1] Sin embargo, los dos testigos dicen que en la guardia del liceo ni siquiera se los atendió y que simplemente se limitaron a echarlos (presumiendo que eran ebrios).

[2] Un agente de policía notificó del episodio a la seccional 33ª, cuyo oficial de servicio, el inspector Albornoz, partió de inmediato al hospital junto al oficial Carioni. Allí Peccinetti le entregó su reloj, detenido a las 3,42. Albornoz se lanzó a una pericia: “Al no funcionar, fue movido en distintas formas y no a­rrojaba sonido alguno, pasándoselo al oficial Carioni a su pedido, quien lo retuvo también examinándolo y en un momento (…) mostrándome el citado reloj destapado, me exhibía la máquina del mismo al tiempo que con una punta de metal revolvía la máquina en busca del pelito que le faltaba”. Este hurgueteo del reloj desató las iras de Albornoz (4).

[3] Se podría pensar que la supuesta broma tuvo por motivación, además del carácter impresionable de Villegas, la ola de observaciones de OVNIs y el estreno cinematográfico días antes de la comedia argentina “Che, OVNI”.

[4] El abogado y ufólogo creyente Ignacio Correa Llano, quien asumió espontáneamente la defensa de Peccinetti y Villegas, arguye que “hubo presión psicológica por la forma del interrogatorio y falta de objetividad de Marzari Céspedes, quien prejuzgó”. Para agregar: “El error es de carácter procesal, a un asunto que necesitaba un tratamiento a otro nivel” (10).

Fines inconfesables

Un llamado telefónico anónimo a las emisoras de radio, que brindaron abundante información del suceso, hizo saber que Juan Carlos Peccinetti pertenecía a una organización o grupo esotérico denominado Khronos, y que tendría “grandes debilidades por la ciencia ficción y los mensajes esotéricos” (l3).

Esta versión es una de las tantas que circularon durante esos días, pero que tuvo bastante insistencia, aun cuando nada se pudo confirmar. Algunas personas han interpretado las palabras del juez Marzari Céspedes en tal sentido cuando expresó que el caso resultó “una broma con fines inconfesables”, o “con un móvil detrás”.

El episodio resultaría, entonces, una forma espectacular de proselitismo. Indudable­mente, un hecho de estas características sería de gran auxilio para quienes sustentan una forma de pensar que brega por una radical transformación de las formas clásicas del pensamiento.

Mario L. Rodríguez Cobo, más conocido como Silo.
Khronos es una sociedad fundada en 1963 y liderada por Mario L. Rodríguez Cobo, más conocido como Silo. Durante muchos años este grupo se mantuvo oculto, actuando en si­lencio, buscando la fuente de la sabiduría. Eran jóvenes cuyas edades oscilan entre los 17 y los 35 años. “Un verdadero maestro -le impartía Silo a sus discípulos- enseña con gesto serio, pero aquel que lo hace riendo y con bromas es dos veces maestro”.

Precisamente, el descenso del famoso OVNI con sus cinco ocupantes coincide con el mes aniversario de su detención policial en Jujuy; el día de su arenga en Punta de Vacas (4 de mayo) se vio un OVNI en la ciudad, y el día que prohibieron su arenga en Jujuy apareció otro OVNI en esa región. Asimismo, la revista de difusión interna de algunos grupos seguidores del adalid (que, además nació en Mendoza), se llama OVNI[1], “por eso poco comprendida cuando sale al público, que se convierte automáticamente en un OVNI, en un sentido humorístico”, justifican sus editores.

“Hoy es claro que esta difusa religiosidad para avanzar, deberá combinar el paisaje y el lenguaje de la época (un lenguaje de programación, de tecnología, de viajes espaciales), con un nuevo Evangelio Social”, concluyó diciendo Silo en una conferencia pú­blica (14).

Hasta donde se ha podido saber, la relación OVNIs-fines inconfesables sólo encontra­ría asidero en la supuesta filiación de quienes habrían preparado esa broma, con lo cual el fenómeno pasaría a ser un factor de agitación.

Las inscripciones en el automóvil

Posibles interpretaciones de las marcas en el vehículo.
La ambigüedad interpretativa que sugieren los extraños símbolos, efectuados al pare­cer por un instrumento “que expediría calor, el suficiente como para poder marcar sin quemar”, es uno de los rasgos más notables. Se ha querido ver en ellos desde un mensa­je profético que contiene símbolos de antigua y variada procedencia terrestre, hasta la representación de un mapa astronómico, indicando el itinerario y procedencia de los ignotos visitantes.

Es obvio que estas interpretaciones, en sí mismas, no constituyen argumentos a favor o en contra, pero es singular que los mensajes ideográficos (pantalla e inscripciones) son netamente sugerentes y ambiguos, en contraste con los mensajes telepáticos, cuya semántica muestra claridad y consistencia. A pesar, en todos ellos surgen elementos o ideas de contenidos sensual o espiritual (místico, profé­tico) por un lado, y racional (técnico, científico) por otro.

En cuanto a su construcción, se ha observado que realizaron un rayado en el auto que tiene mucha similitud con el que haría una persona de nuestro planeta, lo que demos­traría una habilidad semejante. Se trata, en realidad, de dibujos geométricos primitivos, indignos de una civilización capaz de pergeñar artefactos que circulan por el espacio y atemorizar a los seres humanos. Lejos está la demostración de la pretendida superioridad científica y técnica.


Los extraños símbolos que aparecieron en el automóvil.

Por eso ha despertado la sospecha que produzcan unas marcas en un automóvil para indicarnos vaya a saber qué, cuando pueden hacerlo -según los empleados del casino- utilizando otros medios más inteligibles.

“En vez de perder tres o cuatro minutos rayando un auto -reflexiona un mendocino-, podrían haber traído una hoja, un mapa, un bosquejo, ya sea un papel o en algún mate­rial para dejarnos en la Tierra, que es mu­cho más práctico que unas rayas mal traza­das en un auto” (16).

Pero estos no son los únicos indicios que refuerzan la hipótesis de una patraña imaginada por los dos oscuros empleados del casino.

Una visión del contexto

El caso tuvo amplia repercusión mundial.
El episodio ocurrido en Mendoza el sábado 31 de agosto de 1968 debe ser examinado teniendo en cuenta algunos acontecimientos, naturales y culturales, producidos en esa é­poca.

En mayo se producen en Francia los celebrados disturbios estudiantiles y obreros que llevan a la disolución del parlamento, con efectos de revuelta en casi todo el mundo. Ese año mueren asesinados, en los Estados Unidos, dos grandes líderes de la paz. Acre­ce el clima bélico en Europa, y en la ONU se firma el tratado contra la proliferación de armas nucleares. Se acelera la puja espacial ruso-estadounidense.

Días antes de producirse la denuncia sobre el OVNI y los cinco ocupantes, estuvieron en la apacible ciudad de Mendoza[2], periodistas del semanario de mayor circulación nacional. Su propósito se debía a un polémico tema que ocuparía a toda página la tapa de la difundida revista ilustrada (17), bajo el título: “Base Norteamericana en Mendoza”.

La actitud de la opinión pública reflejaba cierto desconcierto: “Éramos pocos los que conocíamos la existencia de dicha base extranjera en Mendoza”, L. S.; “Creo que no cum­plen funciones meteorológicas, como dicen…”, M. L. (l8). Pero la noticia no era del todo reciente. El 21 de agosto, El Andino de Mendoza informó que en la base de El Plume­rillo notó la presencia de aviones U-2 y un nutrido contingente de militares norteame­ricanos cuya misión, según se dijo, consistía en brindar asesoramiento a las tres ar­mas argentinas sobre temas vinculados al transporte, comunicaciones y similares. Sin embargo, no parece haber resultado convincente y fue más bien relacionada con la próxima explosión en el Pacífico de la primera bomba de hidrógeno francesa. Versiones le atribuyeron la misión de fotografiar, analizar, toda la prueba.

No fue menos inaudito que el 23 de julio anterior, en el aeropuerto de San Carlos de Bariloche se avistara una nave que no respondió a las solicitudes de identificación y se alejó describiendo una parábola extraña. Se creyó que era un OVNI. Recién el 15 de septiembre de 1968, un escueto parte de la Fuerza Aérea Argentina comunicó que se tra­tó de un avión RB 57 (Martin RB 57 D, un bombardero táctico, aquí en una versión de reconocimiento electrónico y fotográfico) del escuadrón de la USAF que operaba desde la Base de El Plumerillo, Mendoza, en tareas científicas. El vuelo referido constituyó u­na infracción a las normas de tránsito aéreo vigentes (19).

El eje de estas actividades parece haber sido, como se señaló, la serie de experimentos nucleares efectuados en los mares por Francia y planeados para su armamento bé­lico, causando alarma y una ola de protestas internacionales. A mediados de julio ese país hizo estallar la undécima bomba nuclear en el Pacífico Sur, desde que inició la organización de la fuerza nuclear francesa independiente, recordando que la bomba de hidrógeno sería estallada en la segunda quincena de agosto (20).

Esto viene a coincidir con la fecha del recordado caso de Peccinetti y Villegas. En relación al mismo, debemos llamar la atención respecto a las imágenes proféticas que muestran los humanoides: la primera, una verdecida imagen con cascadas (¿Mendoza, qui­zá?), la segunda, la de un hongo atómico, acaso un holocausto atómico (como las prue­bas realizadas en esos días en el Pacífico Sur), y la tercera, como si apareciera nuevamente la primera, pero esta vez seca, sin vida.

Es por igual llamativo que en esos meses se produjera una intensa sequía en Chile (país que bordea el sur del Océano Pacífico), y las provincias argentinas de Mendoza y San Juan, por la ostensible disminución del caudal de los ríos (21). Tampoco faltaron quienes pretendieron relacionarlo, con razón o sin ella, a las pruebas atómicas que se realizaron en la región.

Tal vez sea pertinente citar, al respecto, la opinión de la Lic. Susana Morán de Giúdice, profesora de la cátedra de Psicología Social de la Universidad Nacional de Cuyo, acerca de lo psicológico en estas apariciones: “Luego de un acopio de opiniones, preferimos ubicar nuestro pensamiento en una posición que justificaría la aparición de objetos y seres misteriosos como proyección de cosas nuestras no realizadas, fundamental­mente en nivel de comunicación y dificultad en la vinculación con el otro-como-nosotros. Sería la necesidad de colocar afuera el no temer ante el temor real de destrucción”[3] (22).

[1] Precisamente, la revista OVNI, su órgano de difusión, hizo siempre un exordio contra todo tipo de violen­cia, y afirmó poco después de producido el caso: “Otro ciclo del espiral concluye. La Humanidad está en su punto crucial. El hombre continúa su tránsito de sueño en un mundo que ya no comprende. Hemos vuelto para clavar la espada, pero esperamos la llegada de los Grandes Enviados que sacarán de su crisis a pueblos y naciones”. Esta literatura de tono esotérico, constituye el Mensaje con que la llamada Sagrada Orden de América pretende “preparar el camino del Maestro para cuando llegue la estrella” (l5).

[2] Mendoza tenía por entonces una población estimada en más de 100.000 habitantes. Ciudad de grandes espacios verdes, domina sus alrededores la visión de extensas planicies de pedemonte, donde proliferan las viñas, tras el marco de los altos cordones montañosos de la precordillera andina.

[3] La psicóloga S. Morán de Giúdice se ha limitado a referir los comentarios con sus alumnos de la cátedra de Psicología. Social acerca de la influencia de lo psicológico en las apariciones de los extraños seres. Como su materia trata en especial de las relaciones interpersonales, aclara, se interpretó el fenómeno en estos términos. Vale decir que no se trató de ensayar una suerte de reduccionismo, sino, formular un punto de vis­ta posible, reflejando los comentarios pertinentes al ámbito de su quehacer profesional.

En ufología, es común que el astrónomo hable de psicología, el sociólogo hable de física cuántica, y el ignorante hable de todo

Consideraciones finales


Se empleó de un laboratorio móvil para realizar las pericias pertinentes.

Jamás en la Argentina un informe de esta naturaleza, despertó el interés de tantas reparticiones oficiales, ni tuvo la tremenda repercusión alcanzada por los testimonios de Juan C. Peccinetti y Fernando J. Villegas. Transcurridos los años de aquel suceso, ha continuado vivamente la controversia. A propósito, este artículo desea propiciar un enfoque global y aportar nuevos elementos de análisis.

Recapitulando, Mendoza era por entonces centro de notorias sorpresas: 1) la increíble experiencia de Peccinetti y Villegas, junto a otros sucesos sorprendentes; 2) la polémica actividad norteamericana en la base de El Plumerillo, vinculada con las pruebas atómicas francesas en el Pacífico; y, 3) la insistente presencia de la secta de Silo. Tres sucesos que parecen, de algún mo­do, relacionados entre sí.

Con respecto al primero, se estableció un posible vínculo con la fantástica historia que protagonizó José Paulino Núñez, en la Destilería YPF, de Luján de Cuyo (Mza.), el 30 de junio de 1968. Enrique Serdoch, quien fuera en su momento vocero del testigo, dice que el padre de J.C. Peccinetti era empleado de la destilería; supone que el relato de Núñez pudo llegar por esta vía a sus oídos, de donde pudo tomar la idea para construir el caso (hay que recordar que si bien el caso Núñez se difundió después que el de Peccinetti-Villegas, aquel habría ocurrido un mes antes).

Creyentes, escépticos y refutadores pueden atribuirse la posesión de una explicación sobre el episodio y, en particular, las inscripciones en el automóvil. Aunque de mane­ra diferente. El primero tendrá “total certeza de que el caso es real” y que los extraterrestres “utilizan lenguajes antiguos de nuestra civilización” (23). Podrán reconocer signos arameos, del antiguo alfabeto de la ciudad de Biblos, diciendo: “Comienza el final”. Sumergidos en un nuevo idioma, donde todas las formas de comunicación son váli­das para una interpretación de conjunto (signos ideográficos, matemáticos, mensajes telepático y visual), leerán en ellos: “El manejo irresponsable de la energía atómica se torna peligroso -comienza el final- ya no sólo para la Tierra sino para el sistema so­lar completo, y allí, no muy lejos, girando en la tercera órbita de Júpiter, viven, sienten y piensan tal vez otros seres similares a nosotros” (24).

Los segundos, escépticos, se reservarán una opinión, mientras no dispongan pruebas materiales, concretas, acerca de los autores. Los últimos, verán en estas revelaciones la acción humana, sin miramiento alguno. Será conveniente, pues, analizar tanto las a­pariciones como los mensajes, poniéndolos en su debido contexto psicológico y social.

La primera pregunta que surge es: ¿las marcas en el auto contienen un mensaje? El deseo puede hacerlo posible, convirtiéndolas en un signo que admitirá alguna interpretación con significado. ¿O se trata de una combinación del arameo, con símbolos algebraico-geométricos, y representaciones astronómicas? El caso del supuesto OVNI de Mendoza y los símbolos inscriptos por sus presuntos ocupantes en el automóvil, pone ante la presencia de caracteres que se encuentran en petroglifos y pictografías de distintos lugares de América[1]. Dejaremos a los amantes de von Däniken la pregunta acerca de la presencia de los extraterrestres en épocas remotas, y si nos dejaron su escritura en la piedra.

Es peculiar que sus autores, pudiendo expresarse en forma inteligible, comunicable, parecen haberlo hecho -sólo en la gráfica- en un lenguaje cifrado, oculto. Un acertijo que haría las delicias de los grupos esotéricos, como el de Silo. Coincidencia o no, este hombre al que sus seguidores llaman el maestro, siendo para algunos discípulos Cristo reen­carnado y para otros el último de los Budas, se afirma en el antiguo cristianismo y enseña su doctrina basada en una renovada forma de la gnosis y del hermetismo. Según los herméticos, cualquier estudioso de la magia podía llegar a ser como Jesucristo o Buda, mediante el conocimiento de los jeroglíficos, de la astrología y las figuras má­gicas (25). Silo, al frente la secta Khronos, se mantuvo actuando durante años en si­lencio, hasta que por medio de la meditación y el estudio, dice haber alcanzado la fuente de sabiduría. Un conocimiento legado por el hombre, a través de generaciones por los grandes maestros, los grandes iniciados[2].

Más allá de lo real e imaginario que pudiere ser el encuentro de Peccinetti y Villegas, tiene características de una revelación. En algunas ceremonias, se admite a unos pocos -discípulos- al conocimiento de ciertos misterios. Las tres punciones en los de­dos, dando la impresión de tomar contacto con la sangre y consagrar así el encuentro, es significativo: la sangre constituye el tejido líquido más valioso de nuestro cuer­po y posee fuertes connotaciones simbólicas. La tríade es la constante numérica que suele observarse en ciertos ordenes establecidos (especialmente, de origen cristiano, ligada a lo espiritual-valorativo y trascendente): su reiteración en los grabados del automóvil (haciendo suponer que “las criaturas han venido tres veces de Ganímedes”) y que “habían dado tres veces la vuelta al Sol”, según el mensaje telepático recibido por los empleados del casino; los tres extraños seres que les efectuaron, curiosamen­te, tres punciones en los dedos mayor e índice de la mano izquierda, son evidentes. Pueden observarse además posibles referencias bíblicas. Veamos por ejemplo El Apocalipsis o Revelación, según San Juan, el teólogo, capítulo 1:

“8, Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso. (…) 17, Cuando le ví, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último”

Más adelante, se ha de manifestar la profecía apocalíptica, “porque el tiempo está cerca” (1:3), de algún modo parangonable a las imágenes proféticas presuntamente mostradas por los humanoides, acerca de las tribulaciones que sufrirá la Tierra.

Los testigos: Un aspecto fundamental de la investigación es el que se refiere a 1a personalidad e intereses de los testigos. Especialmente, por las sospechas del juez Jorge Marzari Céspedes recaídas en el primero, como uno de los responsables de la supuesta broma. No obstante, se dijo que Peccinetti no cambió su manera de ser después del en­cuentro, y que “sigue la vida de siempre”, a diferencia de Villegas que empezó a inte­resarse por “la lectura seria”, tratando de profundizar en temas que antes le eran ajenos (27). Al tiempo, pasó a desempeñarse de mozo en un restaurante.

Peccinetti también dejó de trabajar en el casino y muy pronto comenzaron sus problemas. Veintiún días después del episodio fue suspendido en sus tareas (resolución 267), a pesar de que el sub-gerente del casino, Arturo Solari, con recato institucional, negó la versión y “menos por haber visto un plato volador”.

J. C. Peccinetti, apresado en la provin­cia de La Rioja.
Un año después, en agosto de 1969, personal policial de la Sección Defraudaciones y Esta­fas, recibió la denuncia formulada por cinco empresarios, productores de aceitunas, en la venta del oleaginoso a una firma que, aparentando solven­cia, finalmente no existía y sus responsables desaparecie­ron. La investigación policial tuvo éxito al lograr la deten­ción de los cuatro implicados. Entre ellos: Juan Carlos Peccinetti, apresado en la provin­cia de La Rioja, lugar donde -según la información policial­- juntamente con el resto de la banda habrían cometido delitos similares. Los detenidos fueron puestos a disposición de la Justicia, acusados de estafas reiteradas (28). El periodismo local pronto notó de quién se trataba, y no demoró en señalar su relación con los OVNIs.

En 1970 Peccinetti vuelve a estar en las noticias policiales.
Sin embargo, Peccinetti parece haberse fugado y, pese a tener pedido de captura en La Rioja y Mendoza, tres meses después ingresa al país trasandino. Hasta que en noviembre de 1970 vuelve a estar en las noticias. Esta vez, el Departamento de Investigaciones (policía civil) de Chile dio a conocer la identidad de “unos pistoleros” implicados en un asesinato. Según la policía, Peccinetti fue el autor de los dos disparos que causaron la muerte casi instantánea de un contador. El móvil del crimen habría sido apoderarse de una cantidad de dólares que portaba la víctima, dedicada al tráfico de dinero, al igual que Peccinetti y sus cómplices. Son conceptuados como “muy peligrosos” y -de acuerdo a lo informado- serían los autores del asesinato de un policía en Rosario y del asalto a un banco, también en esa ciudad santafecina (29).

Como se desprende, la calidad de este testigo admite algunos reparos. No resulta aceptable pensar, aquí, en la acción transformadora generada por el encuentro, o en las variaciones de personalidad en el curso del tiempo. Antes bien, se trata de un sujeto dotado de una personalidad claramente definida.

Así las cosas, tampoco debe asombrar que en los ámbitos oficiales se haya sospechado estar frente a una broma, uno de cuyos responsables sería J.C. Peccinetti. Aún más, de acuerdo a lo que hemos ido apuntando, estimamos probable que pudo haberse tratado de una superchería, una fabulación ideada con aparentes propósitos proselitistas.

Referencias

(1) El Andino, Mendoza, 12 septiembre 1968. Cfr.: La Razón, Buenos Aires, 13 septiembre 1968, y Clarín, 14 septiembre 1968.
(2) 2001 – Periodismo de Anticipación, Buenos Aires, Año 1, N° 2, 18 octubre 1968, p. 11.
(3) Los Andes, Mendoza, y La Nación, Buenos Aires, 1 septiembre 1968.
(4) Primera Plana, Buenos Aires, N° 298, 10 septiembre 1968, p. s.s.
(5) El Andino, Mendoza, 12 septiembre 1968.
(6) Primera Plana, op. cit., p. 56.
(7) Gente y la Actualidad, Buenos Aires, N° 164, 12 septiembre 1968, pp. 10/11.
(8) Diario de Cuyo, San Juan, y Los Andes, Mendoza, 1 septiembre 1968; Así, 2ª, Bs. As., Año VI, N° 279, 12.
(9) Así, 3ª, Buenos Aires, Año III, N° 147, 14 septiembre 1968, p. 17/septiembre 1968, p.9.
(10) 2001 – Periodismo de Anticipación, Buenos Aires, Año 1, Nro. 2, 18 octubre 1968, p. 15.
(11) Ibíd., p. 11, y Gente y la Actualidad, Buenos Aires, N° 164, 12 septiembre 1968, p. 11.
(12) Gente y la Actualidad, op. cit., p. 12.
(13) Diario de Cuyo, San Juan, 1 septiembre 1968.
(14) Silo Opina…, “La religiosidad en el mundo actual”, Ed. La Comunidad, Buenos Aires, junio 1986 (s/conf. pública del 13 junio 1986, Casa Suiza, Buenos Aires), y 2001 – Periodismo de Anticipación, Buenos Aires, Año 2, N° 16, noviembre 1969, pp. 18/23.
(15) 7 Días Ilustrados, Buenos Aires, N° 84, 16 diciembre 1968, p. 14.
(16) El Andino, Mendoza, 4 septiembre 1968.
(17) 7 Días Ilustrados, Buenos Aires, s/ref.
(18) 7 Días Ilustrados, Buenos Aires, N° 72, 23 septiembre 1968.
(19) 2001 – Periodismo de Anticipación, Buenos Aires, Año 1, N° 1, 4 octubre 1968, pp. 4/11 y 26 bis anexas; La Razón, Buenos Aires, 25 julio 1968 y 17 septiembre 1968; Río Negro, Gral. Roca, 17 septiembre 1968.
(20) La Capital, Mar del Plata, 5 julio 1968; Ecos Diarios, Necochea, 16 julio 1968.
(21) La Prensa, Buenos Aires, 4 diciembre 1968, et. al.
(22) Los Andes, Mendoza, 6 septiembre 1968.
(23) Selecciones de Cuarta Dimensión, Buenos Aires, N° 5, mayo 1985, p. 10.
(24) 2001 – Periodismo de Anticipación, Buenos Aires, Año 1, N° 5, 6 diciembre 1968, pp. 18/19; Los Andes, Mendoza, 3 septiembre 1968.
(25) Capanna, Pablo. Contactos extraterrestres, Edit. Claretiana, Buenos Aires, 1993, pp. 41 y 44.
(26) Silletta, Alfredo. Sectas-Cuando el paraíso es un infierno, Meridion Edic., Buenos Aires, 1992, p. 184.
(27) 2001 – Periodismo de Anticipación, Buenos Aires, Año 1, N° 2, 18 octubre 1968, pp. 14/15. (Investigación periodística de Alejandro Vignati y Marcelo Ray).
(28) El Andino, Mendoza, 20 agosto 1969, p. 16; Los Andes, Mendoza, 21 agosto 1969, p. 13; y Mendoza, Mendo­za, 21 agosto 1969, p. 8.
(29) Los Andes, Mendoza, 8 noviembre 1970.

[1] Para mencionar algunas, los petroglifos de Colo-Michi-Co, en la provincia de Neuquén, estudiados por el Dr. Juan Schobinger y por César Seró; los petroglifos de Barreal, estudiados por Salvador Debenedetti; los caracteres hallados en Grave Creek Mound, Estados Unidos, son una prueba de similitud. No obstante, cualquier es­tudiante de arqueología podrá encontrar otras en cualquier obra de arqueología referida al arte rupestre.

[2] En mayo de 1969 en la zona cordillerana de Punta de Vacas, Mendoza, Silo oficializó su propia secta. Allí lanzó una arenga pública en la que se conocieron los lineamientos de su doctrina, extendida en 40 países (26)

http://www.visionovni.com.ar/modules/news/article.php?storyid=899

1 comentario:

  1. Material,como para hacer un libro o una película, eh. El café ufológico de Mendoza, se debe trabajar alguna de estas cosas, eh. Un saludo.

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