viernes, 25 de marzo de 2011

Algo de historia 
El incidente del Rally ¿una teleportación?
Autor:
Guillermo Roncoroni
Fuente: Ufo Press, N° 9, octubre de 1978



Moya y Acevedo, protagonistas del incidente.
Los meses de agosto, septiembre y octubre de 1978, se han caracterizado por un inusitado recrudecimiento de la actividad OVNI en todo el territorio argentino. Durante el mes de agosto, la actividad No Identificada se desarrolló preferentemente en la zona occidental (precordillera), en las provincias de San Juan, Mendoza y Neuquén, con manifestaciones aisladas en Chile, en la misma latitud geográfica.

Posteriormente, en la última semana de agosto y primera quincena de septiembre, el epicentro de las manifestaciones de OVNI se trasladó al sur de la provincia de Buenos Aires (zona de Pedro Luro, Médanos, Bahía Blanca, Coronel Dorrego y Necochea), produciéndose los primeros casos del Tipo 1 de este nuevo período (La Dulce, Bs.As.).

Finalmente, a partir del 20 de septiembre, se produce una importante serie de avistajes en la provincia de Tucumán y en la zona de Rosario, Melincué y Casilda, en la provincia de Santa Fe.

El período agosto/octubre de 1978 ha registrado más de un centenar de denuncias de OVNI, muchas de las cuales, luego de su análisis, podrán ser asimiladas a fenómenos naturales o errores de identificación. Sin embargo existe, a priori, un relevante núcleo de observaciones de elevado índice de extrañeza y que, por lo tanto, merecen un tratamiento especial.

De todos las observaciones de OVNI del período agosto/octubre, el incidente de Acevedo-Moya es, sin duda, el de mayor importancia, no sólo por la difusión periodística de que fue objeto sino, y fundamentalmente, por sus poco comunes características.

RELATO DEL INCIDENTE

El 17 de agosto de 1978, Carlos Acevedo y Hugo Prambs, partieron de la ciudad de Buenos Aires a bordo de un Citroen GS 1220, en cumplimiento de la primera etapa del Rally de América del Sur, organizado por el Automóvil Club Argentino y el Banco de Intercambio Regional.

La competencia de la que participarían era en verdad extenuante para hombres y máquinas: una verdadera maratón de poco más de un mes de duración en el transcurso de la cual deberían unir Buenos Aires con Caracas (Venezuela) para regresar por la costa sudamericana del Pacífico.

La tripulación del Citroen número 102 debió enfrentar innumerables problemas, en especial en los últimos tramos del Rally, los que determinaron que debieran renunciar a continuar participando de la competencia. Sin embargo, fruto de la determinación de Acevedo y la ayuda de otros competidores, pudieron "reengancharse", luego de haber efectivizado su abandono, con el objeto de completar el recorrido.

El 16 de septiembre, en la ciudad de Bariloche, se produjo la deserción de Hugo Prambs por problemas personales, siendo reemplazado por Miguel Angel Moya.

En la madrugada del 23 de septiembre, Acevedo y Moya recorrían los últimos 1000 kilómetros del Rally. Aproximadamente a las 02:00 hs., se detuvieron en la estación ACA de Viedma (provincia de Río Negro) donde repostaron combustible (llenaron el tanque standard de 50 litros y un depósito suplementario de 40 litros), tomaron café y conversaron algunos minutos con otros competidores. A las 02:30 hs. el Citroen número 102 estaba nuevamente en la ruta con rumbo a Bahía Blanca, luego de cruzar el Río Negro y atravesar la ciudad de Carmen de Patagones.

Aproximadamente a las 03:00 hs. habían dejado atrás el cruce de la Ruta 3 con el camino vecinal que conduce al pueblo de Cardenal Cagliero y se encontraban a la altura del Salitral del Algarrobo y la Salina de Pedro, a unos 30 kilómetros al norte de la ciudad de Carmen de Patagones (coordenadas aproximadas de la localización de los testigos: 40* 29' Latitud Sur, 62* 49' Longitud Oeste).

Carlos Acevedo se encontraba al volante del Citroen. De pronto observó una potentísima luminosidad que se reflejaba en el espejo retrovisor de su automóvil. Era una luz densa, de una coloración amarillenta. Al principio se distinguía sólo como un punto en el espejo, sin embargo su tamaño aumentaba a ojos vista.
 
Acevedo y Moya viajaban en aquellos momentos a casi 100 kilómetros por hora. Pese a ello la luz parecía acercarse rápidamente, por lo que Acevedo supuso que se trataba de las luces frontales de alguno de los automóviles de la clase de mayor cilindrada (Citroén 2400 o alguno de los Mercedes Benz), por lo que decidió disminuir sensiblemente la velocidad de su automóvil y pegarse al borde derecho de la cinta asfáltica a fin de facilitar el paso de lo que suponía era otro competidor del Rally.

La luz ya llenaba el espejo retrovisor y continuaba acercándose a gran velocidad. De pronto el habitáculo del Citroén de Acevedo y Moya se ''llenó'' de luz.

"La luz inundó todo el habitáculo y no podía ver más allá del capot del auto. Era una luz densa, muy brillante, de color amarillo con algunos tintes violáceos. En ese momento el auto me pareció fuera de control . Miré por la ventanilla y ví que estábamos a casi dos metros del asfalto. De inmediato pensé que habíamos saltado un 'lomo de burro' y comencé a volantear, preparándome para el momento en que tomáramos nuevamente contacto con el asfalto", relató Acevedo.

Sin embargo, el automóvil lejos de descender, parecía continuar elevándose incontroladamente.

"Tras algunos segundos, no se, quizá 5 ó10, reaccioné, me di cuenta que aquello era algo completamente anormal. Quise mirar nuevamente por la ventanilla pero lo único que se veía era esa luz densa. Recuerdo que comencé a gritar ¿Qué pasa?, pero Moya no me contestaba. Cuando miré hacia mi derecha mi compañero no estaba allí, o al menos yo no lo podía ver. En realidad ni siquiera podía ver el tablero de instrumentos. Sólo veía esa luz, densa, que parecía como un líquido, no sé, algo así como pegajosa", recordó Acevedo.

Por su parte, Miguel Angel Moya permanecía como paralizado por el temor, y nos explicó:

"En un primer momento yo también pensé un 'lomo de burro' y me asustó algo la posibilidad de un vuelco, pero cuando noté que el auto parecía flotar en el aire y no descendía me atemoricé aún más. Realmente era una situación que no podía comprender. Lo miré a Carlos y lo ví rígido, con los brazos extendidos aferrando el volante y la vista clavada frente. Parecía que estaba gritando pero yo no oía nada. Lo veía todo como a través de una niebla amarilla, como si yo estuviera distante, en otro lado. Creo que mi primer reacción fue escapar de allí, y quise abrir la puerta pero no pude, parecía como soldada. Noté que la temperatura se elevaba aunque a lo mejor era producto de mi estado de temor. De pronto la luz lo envolvió todo y yo ya no veía nada, creo que ni siquiera veía mis manos, ni nada".

Los testigos perdieron entonces la noción del tiempo. De pronto sintieron una sacudida y notaron que el automóvil estaba nuevamente en tierra.

"Creo que había pasado un minuto, o dos, no se realmente, cuando sentí una sacudida leve, pero de inmediato tuve la impresión de que el auto estaba otra vez sobre la ruta. En ese mismo momento la luz amarilla pereció que se hacia menos intensa y de a poco pude ver a mi alrededor, vi el tablero, el capot del auto. Miré por la ventanilla y vi la tierra, estábamos en la banquina de la contramano, sobre la izquierda de la ruta, totalmente detenidos. De pronto la luz dejó el habitáculo y observé que hacia el oeste se alejaba. algo así como un cono de luz amarilla, pero que no terminaba en punta sino que estaba como truncado. No se, seria como de cuatro o cinco metros en la base y dos o tres en la cúspide, y de unos seis metros, quizá siete, de altura. La base iluminaba el terreno, aunque en realidad no se veía que era lo que iluminaba, o sea no se veía a través de la luz. Unos segundos después la luz se, ¿como podría decirlo?, se retrajo ...o se levantó como una cortina, de abajo hacia arriba, y lo único que quedó a la vista fue una luz blanco-amarillenta, ovalada, que siguió rumbo al oeste hasta desaparecer en la distancia", relató Acevedo.

Por su parte, Moya tardó algunos segundos en recuperarse de la impresión producida por la anormal situación vivida:

"De pronto todo pasó, y estábamos solos en la ruta, nos miramos con Carlos pero no podíamos decirnos nada. Yo estaba como entumecido, me temblaban las manos y sentía una opresión en el pecho, me costaba respirar ".

Acevedo y Moya permanecieron en silencio por algunos segundos, sin atinar a realizar ninguna acción o actividad. Por fin, Acevedo descendió del vehículo para, según nos expresó, "ver si todo estaba en su lugar". Apenas un minuto después ascendió nuevamente al Citroén y, a toda marcha, continuaron por la Ruta 3 rumbo al norte.

Tras 15 minutos de marcha, poco más o menos la tripulación chilena del Citroen número 102 arribó a Pedro Luro, localidad situada en la provincia de Buenos Aires a 123 kilómetros al norte de Carmen de Patagones. Se detuvieron en una gasolinera, a fin de averiguar la ubicación de un destacamento de policía, y al decidir controlar el instrumental del automóvil, constataron dos hechos anómalos: el odómetro atestiguaba que, desde la ciudad de Viedma a Pedro Luro, habían recorrido 52 kilómetros, cuando la distancia real entre las dos localidades es de 127 kilómetros; por otra parte, habían arribado a Pedro Luro a las 05:10 horas, habiendo salido de la zona urbanizada de Carmen de Patagones a las 02:50 horas, aproximadamente. Habiendo realizado el trayecto a una velocidad media de 100 kilómetros por hora no deberían haber insumido más de 75 minutos para cubrir la distancia existente entre ambos puntos, pero en realidad habían insumido 2 horas 20 minutos.

Los testigos constatarían un tercer hecho inexplicable: al decidir llenar el tanque principal de gasolina observaron que el depósito secundario estaba absolutamente vacío, pese a que había sido llenado con 40 litros en la ciudad de Viedma.

Los hechos explicitados confundieron aún más a los testigos, quienes, presa de un creciente temor, decidieron dar cuenta de los hechos a la policía de Pedro Luro, para lo cual se dirigieron al destacamento respectivo.

Allí fueron solícitamente atendidos por el oficial inspector Daniel Osimi, a quien relataron los pormenores del incidente protagonizado y solicitaron se les facilitara custodia hasta la ciudad de Bahía Blanca.

El oficial Osimi, al constatar la desesperación que trasuntaba el relato de Acevedo y Moya, comisionó al cabo Jesús García para que acompañara a los testigos hasta la ciudad de Bahía Blanca, rumbo hacia la cual partieron minutos después, arribando sin novedad a las 08:30 horas, aproximadamente.


LOS TESTIGOS

Carlos Acevedo tiene 38 años. Es hijo de padres chilenos pero nació en la Argentina. Está radicado en Chile desde 1960. En la ciudad capital, Santiago, posee dos elegantes zapaterías en uno de los barrios más sofisticados. Tiene dos hijos de su anterior matrimonio y un pequeño de 5 años con su actual mujer, Cecilia Santelices. Acevedo detenta una holgada posición económica (claramente evidenciada por su participación en el Rally, para lo cual debió desembolsar más de 20 mil dólares). Es de personalidad extrovertida y muy accesible.

Miguel Angel Moya tiene 20 años. Es chileno, nacido en la ciudad de Santiago. De profesión mecánico (uno de los mejores, según Acevedo). Impresiona por su carácter tímido, apocado. Evidencia hallarse muy afectado por el incidente que lo tuvo por protagonista.

Ambos testigos me impresionaron muy favorablemente. Sus respectivos relatos son sumamente coherentes. No incurrieron en contradicciones y respondieron a todas mis preguntas sin vacilaciones. No existen, a priori, razones para dudar de su testimonio.

OTROS TESTIMONIOS

Oficial inspector Jorge Osimi: Declaró que los testigos, al prestar declaración en la comisaría de Pedro Luro, estaban en pleno uso de sus facultades mentales, aunque evidenciaban estar muy nerviosos a resultas de los hechos protagonizados. Osimi constató la ausencia de roturas o filtraciones en el depósito auxiliar de gasolina, por lo que la desaparición de los 40 litros de combustible no tiene explicación.
 

Cabo de policía Jesús García: Declaró que notó a los testigos muy nerviosos. Prácticamente no intercambiaron palabras en el trayecto Pedro Luro-Bahía Blanca. En una oportunidad, Acevedo se sobresaltó visiblemente cuando un automóvil que marchaba tras el Citroen hizo señas con sus luces altas.
 

Héctor Forchesatto: (sereno de la gasolinera) Fue quien primero tomó contacto con los testigos con posterioridad al incidente. Los notó muy nerviosos, en especial a Moya. Recuerda haberlos oído discutir acerca del problema del kilometraje recorrido y del faltante de nafta.
 

En opinión de Forchesatto los testigos eran sinceros y el estado de intranquilidad y desconcierto que evidenciaban era imposible de fingir.

Por otra porte, Forchesatto aseguró que, entre las 04:30 y las 04:45 horas, vecinos de la localidad de Ascasubi observaron el rápido desplazamiento de una extraña y potente luz amarillenta en dirección al oeste (no ha podido confirmarse esta afirmación).


COMENTARIOS

En este, como en tantos otros casos de avistajes de OVNI, debemos basar todo nuestro accionar en el relato de los testigos. No existen elementos físicos u otras evidencias que apoyen nuestras conclusiones por lo que la confiabilidad general del incidente dependerá, pura y exclusivamente, de la confianza que nos merezcan los testigos.

En opinión de todos los que han entrevistado a Moya y Acevedo, (periodistas, personal policíaco y en el mío propio) los testigos merecen absoluta confianza. Se han prestado al diálogo franco sin objeciones e incondicionalmente. Sus declaraciones han sido coherentes, ordenadas y no han incurrido en contradicciones, por lo que considero que el elemento confiabilidad detenta un elevado nivel.

En lo que hace a las características del incidente en sí, su extrañeza es notoria y merece un análisis pormenorizado.

- El problema de la reducción temporal:

Quienes hasta ahora habían tomado cartas en la investigación del incidente Acevedo-Moya, extrañamente han pasado por alto un elemento que, a mi juicio, detenta el mayor nivel de extrañeza: el problema temporal, que se resume en lo siguiente:

Acevedo y Moya dejan atrás la zona urbanizada de Carmen de Patagones aproximadamente a las 02:50 horas. Un cuarto de hora después, y cuando ya habían recorrido entre 25 y 30 kilómetros, visualizan la luz amarillenta por primera vez. Así, entre las 03:00 y las 03.05 horas, se desarrollan los hechos ya relatados. Posteriormente quedan detenidos en la banquina, junto a la Ruta 3 para, luego de uno o dos minutos, proseguir su marcha hacia Bahía Blanca.

A las 05:10 horas arriban a Pedro Luro (corroborado por el sereno de la estación de servicio, Sr. Forchesatto), por lo que cubrieron el trayecto Carmen de Patagones-Pedro Luro en aproximadamente 2 horas 20 minutos. En el supuesto caso de haber realizado el trayecto sin que hubieran surgido inconvenientes, y a una velocidad promedio de 100 km/h, deberían haber insumido, a lo máximo 75 a 80 minutos por lo que existirían aproximadamente unos 60 minutos en blanco.

Pero repasemos nuevamente el relato de los testigos. Desde Carmen de Patagones hasta, el momento en que se manifiesta el fenómeno luminoso transcurren unos 15 minutos. Desde el momento que quedan detenidos en la banquina y retoman la ruta, hasta el arribo a Pedro Luro los testigos insumen otros 15 minutos, En total media hora aproximadamente, por lo que el lapso de tiempo en blanco sería de 110 minutos, o sea poco menos de dos horas.

En opinión de los testigos, la manifestación del fenómeno se habría extendido por uno o dos minutos, sin embargo también declararon que al quedar envueltos en el haz de luz amarillento perdieron toda noción de tiempo y de lugar, ni siquiera están en condiciones de afirmar categóricamente que se encontraban en el habitáculo del Citroen. La luz amarilla-violácea era lo único visible para los testigos, que ni siquiera podían observarse uno a otro.

Cabe destacar que ninguno de los restantes competidores del Rally observó al Citroén número 102 detenido en la ruta, (hecho que muy difícilmente habría pasado desapercibido por el natural espíritu de colaboración que existe entre los participantes de esta clase de competencias) y que ningún automóvil sobrepasó la línea de marcha del vehículo de los testigos entre las localidades de Carmen de Patagones y Pedro Luro, por lo que debería descartarse que esos 110 minutos en blanco pudieran deberse a un problema normal o al menos identificable.

Así, aparentemente, el problema temporal, se habría originado a resultas del incidente ocasionado por el fenómeno luminoso. Restaría intentar explicar el porqué de ese lapso de tiempo perdido y que ocurrió con los testigos y el automóvil en el transcurso del mismo, pero ello nos obligaría a recorrer un camino de supuestos e hipótesis propias, en cierto modo, de la literatura de ciencia-ficción, lo cual no es nuestro objeto.

Vale la pena destacar la similitud del incidente aquí reservado con el que, el 16 de julio de 1972, tuvo por protagonistas a los Sres. Brunelli y Prochietto cuando se dirigían en un automóvil hacia la ciudad de Córdoba procedentes de Arroyito. Según los testigos en cierto momento del viaje el vehículo que los conducía pareció flotar en el aire. Asombrosamente no pudieron recordar haber atravesado un tramo de más de 80 kilómetros y el viaje se redujo en casi 40 minutos. Los testigos también observaron un extraño fenómeno luminoso a unos 50 metros de la ruta. (Ver "OVNIS - Un Desafío a la Ciencia ", número 8)

- Setenta kilómetros faltantes:

Paralelamente con la reducción temporal, el incidente Acevedo-Moya registra otro hecho singular: el acumulador de kilometraje del automóvil de los testigos registró un faltante de 71 kilómetros para el trayecto Carmen de Patagones-Pedro Luro. Los testigos descubrieron este hecho al testear el odómetro parcial a su arribo a Pedro Luro (corroborado por el Sr. Forchesatto).

Cabe descartar la posibilidad de que este faltante se haya originado en el mal funcionamiento de los intrumentos del vehículo, ya que el mismo se registró no sólo en el odómetro standard del automóvil sino también en el instrumental adicional de precisión utilizado por las tripulaciones participantes de una competencia de rally.

Cabría entonces entender que Acevedo y Moya no recorrieron esa distancia por los medios normales. Al igual que la reducción temporal, el faltante de 71 kilómetros es un hecho por demás inquietante y, por supuesto, inexplicable.

- Efectos en el vehículo y en los testigos:

En apariencia, el vehículo de los testigos no sufrió ninguna clase de efectos a consecuencias del incidente. La pintura se presentó intacta, la carrocería no parece haber sido sometida a un campo magnético (desviación de brújula muy poco significativa y no se detectó radiactividad), instalación eléctrica intacta.

Los testigos no pueden asegurar si el motor se detuvo al momento del incidente aunque Acevedo cree que, luego de quedar detenido el vehículo en la banquina, debió poner en marcha nuevamente el motor de la unidad.

Por su parte, los testigos experimentaron temor y desorientación en el momento del avistaje. Moya recuerda haber sentido un calor sofocante cuando la luz invadió el habitáculo, una fuerte opresión en el tórax (le costaba respirar) y un temblor incontrolable en las manos. La opresión en el tórax y el temblor en las manos se extendieron por espacio de más de 24 horas.

Acevedo, declaró que, luego del incidente, sentía las piernas adormecidas y un cosquilleo en la región dorsal.

Ambos testigos aseguraron que, en las noches sucesivas, les costó conciliar el sueño y que en varias oportunidades se despertaron sobresaltados. No recuerdan haber experimentado manifestaciones oníricas desusadas.
CONCLUSIONES

Tal como ya fue manifestado a lo largo de la presente nota, las conclusiones de la investigación y análisis del incidente protagonizado por Carlos Acevedo y Miguel Angel Moya deben basarse, imprescindiblemente, en la confianza que merecen los testigos, ante la inexistencia de toda evidencia material.

Como fue anticipado, los testigos son merecedores, a priori, de nuestra confianza y, paralelamente, existen otros testimonios que corroboran (y apuntalan) las declaraciones de Moya y Acevedo.

Por lo tanto, en ese sentido, considero que el caso analizado detenta un elevado índice de confiabilidad. Sin embargo es mi parecer que la investigación del caso no esta cerrada, ni mucho menos.

Estimo que sería en extremo importante interrogar a los testigos bajo trance hipnótico. Los resultados de la utilización de esa técnica en otros casos que presentan un problema de reducción temporal o pérdida de la conciencia han sido francamente sorprendentes y considero que, en este caso en particular, quien intentara la aplicación de la hipnosis en un interrogatorio a Moya y Acevedo no se vería defraudado.

http://mitosdelmilenio.com.ar/mytoCAAB.htm


A continuación del presente informe y como su complemento, presentamos un capítulo (dividido en cinco partes) dedicado al tema de las teleportaciones, correspondiente al programa "OVNI" de la TV Nacional de Chile, que fuera conducido por Patricio Bañados y luego difundido por el canal Infinito, en donde se hace referencia al mencionado incidente de teleportación del rally de 1978.











Estos videos se encuentran en el canal de youtube http://www.youtube.com/user/royosobocoto

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